Cuando comenzaron a llegar ayer a la capital rebelde, Bengasi, rumores insistentes de que la vecina ciudad de Ajdabiya (unos 160 kilómetros al sur) había sido liberada gracias a la intervención de las tropas de la coalición, algunas familias decidieron que era el momento de regresar a casa. Pero ya en el primer puesto de control, a solo 15 kilómetros de la ciudad, Ahmed dio un giro al volante de su humilde furgoneta y dio la vuelta. Los revolucionarios armados aconsejaban no seguir avanzando. Su mujer y sus 15 hijos callaban presos del pánico, porque la paz aún no había llegado a Ajdabiya, sobre la que sigue pesando la amenaza de las milicias del dictador y de sus francotiradores.

Las columnas de humo eran la señal inequívoca de que las tropas de Gadafi seguían lanzando misiles desde el interior de la ciudad, todavía en manos de las milicias del coronel. "Pensamos que no son más de 30, y que tienen una docena de tanques. Estamos esperando la ayuda de las tropas internacionales", decía Mesuad, para quien la llave de la puerta de Ajdabiya la tienen EEUU, Francia o el Reino Unido. Y esa misma llave es la que podría liberar Misrata, Trípoli y la ciudad natal del tirano, Sirte. "Seguimos defendiéndonos con armas insuficientes. Nuestro arsenal es muy modesto", admitía otro rebelde, Masud Buisir.

Presión insuficiente

Los combates por Ajdabiya, cerrada a cal y canto a las comunicaciones, sin agua y sin electricidad, seguían anoche recrudeciéndose. El puño de hierro del dictador se resistía a abrirse y en la mente de todos los rebeldes estaba que desde el aire no se gana una guerra: los tres días de ataques aliados con cazas seguían siendo insuficientes para que los insurrectos estén en condiciones de derrocar a Gadafi.

No llegan a plantearlo abiertamente porque temen que Libia se convierta en otro Afganistán u otro Irak, pero altos cargos militares rebeldes sí insinúan que la insurrección se impondría rápidamente si hubiera una intervención internacional terrestre. "Necesitamos tanques, cañones y más armas que esperemos que nos proporcionen los líderes aliados", aseguró a esta enviada especial el nuevo portavoz del Ejército de la Revolución, Ahmed Amar Bani. "Pedimos a la comunidad internacional que siga atacando el poder militar del dictador, pero el trabajo sucio lo haremos nosotros. Seremos los libios los que eliminaremos a Muamar el Gadafi", dijo Mohamed Fanuchi, uno de los portavoces del Consejo Nacional libio.

De vuelta del frente bélico, en la carretera que une Ajdabiya y Bengasi, cientos de vehículos aparcan en las cunetas. Los libios acuden en masa hasta los tanques y los blindados calcinados por los ataques de las fuerzas aliadas. Los jóvenes insurrectos se suben en ellos y no cesan de disparar al aire mientras lanzan gritos de "Alá u akbar " (Dios es el más grande), gestos de victoria y consignas contra el tirano.

Las familias con sus hijos pequeños se colocan frente a los restos del derruido aparato bélico del dictador e inmortalizan el momento con una foto. "Estamos contentos de que el mundo, por fin, haya pensado en nuestros muertos. Defendemos la libertad y el respeto de los derechos humanos", afirmaba un rebelde, que denunciaba asimismo que los mercenarios del tirano tenían la intención de violar a mujeres en la ciudad que iban a conquistar. "Dentro de los tanques hemos encontrado preservativos", argumentaba.