El rey de Bahréin, Hamad bin Isa al Jalifa, declaró ayer el estado de excepción en el país, que se enfrenta a una revuelta de la mayoría chií frente a la élite suní en el poder. La medida, de una duración prevista de tres meses, se produce un día después de la llegada de las tropas de Arabia Saudí bajo el paraguas del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y a petición del propio Bahréin.

El estado de excepción da poderes draconianos a las fuerzas de seguridad, dominadas también por la minoría suní. La medida, que ha acrecentado aún más las tensiones y la lucha sectaria entre las dos comunidades, fue duramente condenada por el principal grupo de la oposición chií. "No hay nada que podamos hacer; el Ejército controla ahora toda la sociedad", afirmó Jasim Hussein, dirigente de la formación, quien pidió a la comunidad internacional "que haga frente a sus responsabilidades".

Los enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad se repitieron ayer. En Sitra, una localidad chií en el extrarradio suroeste de la capital, Manama, murieron un manifestante y un policía. Otras 200 personas resultaron heridas. La televisión estatal de Bahréin desmintió las informaciones que aseguraban que había muerto un soldado saudí. En el centro de Manama, unas 5.000 manifestantes, llevando banderas de Bahréin, se dirigieron hacia la embajada saudí, para protestar por lo que los chiís consideran una "invasión". "Queremos que acabe esta ocupación. No atacaremos la embajada, pero si ellos nos atacan, nos defenderemos", afirmó uno de los participantes. Por lo demás, las calles de la capital estaban desiertas.

ALARMA INTERNACIONAL La situación en el pequeño reino, una isla de 800.000 habitantes unida a la península Arábiga por un puente y situada en un enclave estratégico del golfo Pérsico, ha desatado la alarma internacional. EEUU, aliado tanto de Bahréin como de Arabia Saudí y que el lunes pidió "contención" a las fuerzas saudíes que acababan de cruzar el puente que une los dos países, despachó ayer a Manama un diplomático de alto rango, el vicesecretario de Estado, Jeffrey Feltman, en un intento de forzar un diálogo entre el Gobierno y la oposición. Feltman instó a "todas las partes" a actuar "de forma responsable". Un portavoz de la Casa Blanca, Tommy Vietor, afirmó que "no hay salida militar a los problemas de Bahréin" y añadió que "es necesaria una solución política". No hay que olvidar que Bah- réin es la base de la Quinta Flota de la Marina estadounidense.

Por su parte, el ministro de Exteriores británico, William Hague, se declaró, en una intervención ante la Cámara de los Comunes, "extremadamente preocupado por la escalada de la situación en Bahréin", en particular por la imposición del estado de excepción. "Pedimos a todas las partes el máximo de contención y que eviten la violencia", añadió Hague.

EFECTO MIMETICO Los analistas subrayan que el hecho de que Riad haya accedido a enviar un millar de soldados pone de manifiesto la inquietud de Arabia Saudí de que cualquier concesión que haga Manama a los chiís --que constituyen un 60% de la población de Bahréin y se quejan de discriminación-- acabe provocando, por efecto mimético, demandas similares en su propia minoría chií. Tanto Manama como Riad temen que la crisis acabe beneficiando a Irán, la potencia regional de mayoría y régimen teocrático chií.

Irán denunció ayer con contundencia que las tropas saudíes patrullen por el país vecino. "La presencia de fuerzas extranjeras y la injerencia en los asuntos internos de Bahréin es inaceptable y complicará más las cosas", manifestó el Ministerio de Asuntos Exteriores en Teherán.