Si los aires de libertad que han convertido el invierno árabe en primavera dependen de lo que ocurra en Libia, una intervención armada capaz de poner fin al reinado del guía Gadafi no debería demorarse. Sin el apoyo de fuerzas occidentales será muy difícil que los rebeldes, a quienes la Unión Europea acaba de bendecir como poder legítimo, tengan alguna certeza de acabar con el régimen y menos aún alguna posibilidad de organizar el futuro en Libia de una manera diferente.

Hasta ahora el debate sobre una posible intervención militar no ha contemplado la premisa de atacar al coronel Muamar el Gadafi para apartarlo del poder. Ni la Unión Europea, ni la Liga Arabe, en sus respectivas reuniones de urgencia lo han mencionado. Unicamente se está hablando de cómo evitar una catástrofe humana, pero ahí está el dilema: ¿Es posible lo uno sin lo otro?

Imaginemos, por un instante, que una intervención para impedir que Muamar el Gadafi utilice sus aviones para masacrar a la oposición armada, y a otros muchos civiles desarmados, fuera sencilla. Por ahora es la cuestión que debe resolver con urgencia el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, pero incluso si se aprueba la intervención, las opciones de triunfo de los rebeldes serían mínimas, y aunque habría límites, la represión continuaría siendo moneda de cambio de un Gadafi todavía más enfurecido.

Fracasos anteriores

La respuesta, por lo tanto, no debería demorarse. ¿Es posible una intervención para evitar que continúe la masacre o hace falta apoyar el proceso hacia la libertad de los libios? En el primer caso, pesa el recuerdo de los fracasos en Ruanda y Srebrenica (Bosnia); en el segundo, si se interviene para apartar a Muamar el Gadafi, como se apartó al dictador iraquí Sadam Hussein, la probabilidad de que las cosas cambien en Libia será mayor, pero el riesgo de que nada cambie en el resto del mundo árabe, también. Solo existe una tercera posibilidad, abstenerse de intervenir o implicarse de forma muy leve mediante declaraciones. Es lo que hemos visto hasta ahora y de momento no parece muy efectivo ni para frenar la crueldad del régimen con la población civil ni para evitar que fracase la primavera árabe. El dilema está servido.