"Es un horror lo que ese hombre nos está haciendo. Muchos de mis amigos y vecinos se encuentran heridos. Algunos han muerto por la aviación de Gadafi sin haber participado en la guerra". El que habla, con fuego en la mirada, es Mustafá al Azraq, un joven de 14 años y el último herido que ayer permanecía postrado en una cama del Hospital General de la ciudad de Ajdabiya, hasta que fue evacuado en una ambulancia hacia Bengasi, la capital liberada.

El resto de los pacientes heridos por los bombardeos y los misiles --decenas, aseguraron los sanitarios, sin precisar el número-- ya fueron transferidos a los tres principales hospitales de la ciudad opositora. "Este hospital es el blanco de ataques por parte de los mercenarios africanos, como ocurrió con Ras Lanuf y Brega. Por eso hemos tenido que sacar a todos nuestros pacientes lo antes posible", declara a esta enviada especial el doctor Mohamed Karim.

Con un rostro marcado por las ojeras, Karim y el resto de personal del hospital han pasado un fin de semana muy intenso. Además de atender a los heridos, se han dedicado a evacuar a las víctimas de otros centros sanitarios que también están amenazados por las fuerzas de Gadafi.

El joven Mustafá tomó conciencia de las reivindicaciones políticas de su pueblo cuando se encontró en mitad de una explosión en su ciudad natal, Beishr, situada entre Ras Lanuf y Ajdabiya.

Una bomba estalló a pocos metros de donde se encontraba, y parte de la metralla impactó en su cuerpo. "Pensaba que iba a morir", explica. Mustafá no forma parte de las fuerzas rebeldes, pero desde que fue hospitalizado y vio cómo la gente con la que compartía habitación se desangraba, ganas no le han faltado.

Desconcierto

En su rostro y en sus ojos se puede leer mucho desconcierto ante el rápido avance de las tropas fieles a Gadafi hacia las ciudades del este --las que fueron liberadas por la revuelta del 17 de febrero-- y que es el motivo por el que los sanitarios han decidido evacuarlo lo más rápidamente posible.

Las informaciones sobre el inminente desembarco de los hombres de Gadafi han sembrado el pánico y el terror entre el personal sanitario. Muchos de ellos han huido hacia zonas más seguras, protegidas por las tropas insurgentes, pero ¿hasta cuándo?

La inseguridad es creciente. Solo hay que ver el puñado de revolucionarios que, muy nerviosos, escoltan las puertas del centro hospitalario y colaboran en la evacuación de los pacientes. En menos de 24 horas se han transportado a decenas de víctimas, pero las autoridades del centro ni siquiera son capaces de ofrecer la cifra exacta.

Las enfermeras del hospital corren de un pasillo a otro. Recogen, a una velocidad de infarto, las sábanas y las mantas de las habitaciones. Los colchones son apilados en un cuarto y las camillas se amontonan en una de las esquinas del hospital. ¿Pero se cierra el hospital? "No, pero vamos a habilitar una habitación para las nuevas víctimas que proceden del frente de batalla de Brega, para luego ser también evacuadas", confirma el doctor Karim.

En un edificio colindante con el hospital se halla la morgue. Hay varios cadáveres que aún no han sido reclamados por sus familiares. Aquí también se ha izado la nueva bandera de Libia en homenaje a los muertos por la causa de la democracia y la libertad, pero nadie asegura el tiempo que aguantará en pie la bandera tricolor.

Salvaje operación

La salvaje operación de reconquista por parte de las tropas de Gadafi presagia que los mercenarios "matarán nuestro deseo de libertad, pero será por encima de nuestro cadáver", según asegura Abdela Mojtar, responsable de la administración del hospital.

Hasta el centro de salud llegan los estruendos de las primeras bombas que las fuerzas leales al régimen lanzan contra el puesto de control de Ajdabiya, donde los gritos de "Alá Akbar" Dios es grande de los rebeldes se confunden con los rugidos de los simples fusiles kalashnikov que los insurgentes utilizan para defenderse del invencible, de momento, aparato bélico de Muamar el Gadafi.