Cuando Arfan Husein Liaqat vio una foto de su hija en los carteles publicitarios de la compañía telefónica Warid no podía creérselo. Masarrat Misbah, empresaria de los salones de belleza Depilex y fundadora de la oenegé Smile Again, vendió sin el permiso de la familia la imagen de Sarah, víctima de un ataque con ácido, para una campaña solidaria para ayudar a mujeres quemadas en el 2008. Misbah le dijo a Liaqat que las donaciones serían para pagarle a su hija una operación de cirugía reconstructiva de cara en EEUU. La víctima, ex empleada de Depilex, nunca recibió el dinero para su tratamiento y, además, tuvo que pagar de su bolsillo dos operaciones, supuestamente gratuitas, que le practicó un equipo de cirujanos italianos que colabora con la fundación Smile Again.

Agredida con 16 años

Sarah solo tenía 16 años cuando, el 13 de julio del 2005, su agresor y prometido le arrojó una botella de ácido a la cara. "Mi padre se opuso a entregarme a él siendo yo tan joven. Entonces, aprovechando que estaba sola, entró en casa y, después de pedirme un vaso de agua, me agarró del brazo y vertió sobre mí la botella de ácido entera", recuerda Sarah. Liaqat denunció al agresor de su hija y el juez lo declaró culpable. El atacante recibió una condena de cinco años. Las leyes paquistaníes no consideran delito grave este tipo de ataques.

Sarah estuvo ingresada más de 6 meses en la UCI del Hospital Jinnah, en Lahore. Su rostro quedó desfigurado, perdió la visión de un ojo y del otro solo recuperó el 30%. "Un día, alguien me habló de la fundación Smile Again, que ayudaba a chicas como yo. Mi padre fue a visitar a Misbah, y ella le dijo que podrían operarme, pero que el tratamiento costaba dinero", dice.

Su familia pagó 35.000 rupias (unos 350 euros), una fortuna para un paquistaní de clase media, por las dos intervenciones quirúrgicas. Deberían haber sido gratuitas, pues la filial italiana se hacía cargo de los gastos. Tras el tratamiento, Sarah fue empleada en el salón de belleza de Depilex, junto con otras siete mujeres quemadas por ácido que, como ella, habían recibido un curso de formación impartido por la contraparte italiana.

Continuaron los engaños: ni ella ni sus siete compañeras han recibido salario desde que empezaron a trabajar en el salón de belleza en el 2007. "Misbah siempre me decía: ´Ahora no puede ser; ya sabes, con la construcción del hospital en Multán tenemos muchos gastos´", dice Sarah.

En el 2006, la fundación Smile Again recibió unos 2,5 millones de euros para crear un hospital para el tratamiento de las víctimas quemadas por ácido y un centro de formación profesional para ellas. Un terrateniente de Multán, Nauaz Sangi, donó 8.000 m2 de terreno para el hospital. "¿Adónde han ido a parar todos esos millones?", se pregunta Manzar Latif Mian, ex socio de la fundación, que ha iniciado un proceso contra Misbah por malversación de fondos.

Su batalla perdida comenzó a finales del 2009. Recopiló un dosier con más de 1.100 irregularidades financieras y lo envió a Clarice Felli, presidente de Smile Again Italia, y la contraparte italiana exigió una auditoría. "El caso de fraude ha sido archivado por falta de pruebas. Los abogados de Misbah aseguran que a su cliente le han robado el registro de las cuentas del 2008 y el 2009", se lamenta Mian, quien afirma que el ministro de Economía de Pakistán envió el 11 de febrero una carta al embajador de Italia en Islamabad "pidiéndole a su Gobierno que no se involucrara".

Negocio familiar

La empresaria ha abierto otro salón de belleza en Lahore y se sigue beneficiando de estas mujeres. "Mi negocio es familiar, todo lo que tengo es por y para ayudar a las víctimas de ácido", insiste la esteticista, para añadir: "Un día, de camino al trabajo, una mujer tapada de los pies a la cabeza me abordó en la calle. La pobre estaba desesperada y la atendí en la oficina. Cuando se descubrió el rostro, vi que su cara estaba desfigurada. Decidí que debía ayudar a estas mujeres".

Todo preparado para su show : el salón de belleza y las dos figurantes, la clienta y la esteticista. Bushra, de 33 años, fue atacada por el hermano de su prometido para no pagar las 50.000 rupias (500 euros) de dote. Bushra es la única de las víctimas que sigue trabajando para Misbah. La empresaria recibió el año pasado el más alto reconocimiento que otorga el presidente de Pakistán por su labor filantrópica.