"Será devastador si me levanto el domingo y el señor Abbott es el primer ministro". Así de inquieta se mostraba la candidata laborista y primera mujer presidenta de Gobierno en la historia de Australia, Julia Gillard, horas antes de que abrieran los colegios electorales en ese país del hemisferio sur. Con las encuestas evidenciando un empate técnico entre su partido y la oposición conservadora encabezada por Tony Abbott, 13,8 millones de ciudadanos están llamados hoy a depositar su voto para elegir a los 150 miembros de la Cámara de Representantes y para renovar la mitad del Senado, en unos comicios con la continuidad de la monarquía británica a la cabeza del Estado australiano como telón de fondo.

Si finalmente las legislativas de hoy no producen un claro ganador, Australia tendrá su primer Gobierno en minoría de las últimas siete décadas. El Ejecutivo, fuere del color que fuere, deberá apoyarse en un puñado de candidatos independientes o verdes, lo que dejaría en el aire temas clave que deben ser resueltos con celeridad, como la nueva ley de minas propuesta por los laboristas o la aprobación del presupuesto. "Si finalmente en Canberra hay un Parlamento colgado, entonces el dólar australiano podría ser sometido a presión por los inversores, así como los mercados de valores", auguró Savath Sebastian, analista de CommSec Equities.

LA REINA, CUESTIONADA Como en todas las citas electorales, la continuidad de la monarquía británica ha salido a colación durante la campaña electoral. Nada más darse el pistoletazo de salida, en un guiño al electorado joven y un intento de despegarse de los conservadores en los sondeos, la laborista Gillard proclamó que el momento de dejar de ser una monarquía se acercaba con el final del reinado de Isabel II. Abbott, por su parte, apuesta por mantener dicha figura y no transformar a Australia en una república.