El terremoto de 7 grados en la escala de Richter que ha sacudido Haití ha sido 35 veces más potente que la bomba atómica arrojada sobre Hiroshima (Japón) al final de la segunda guerra mundial. Así lo ha afirmado hoy Roger Searle, profesor de geofísica en la Universidad de Durham (Reino Unido), que ha comparado también la energía liberada por el terremoto en el país caribeño con la explosión de medio millón de toneladas de TNT.

Searle ha señalado que, pese a la magnitud de este terremoto, "la energía liberada ha sido solo una centésima parte de la del seísmo que azotó Banda Aceh", en Indonesia, el 2004".

ZONA PROPICIA A SUFRIR TERREMOTOS

El geofísico ha explicado a Efe que, "aunque no es posible predecir cuándo se va a producir un terremoto, sí que se puede saber dónde va a tener lugar, ya que la mayoría se producen en los límites entre placas tectónicas".

Según el Servicio Geológico Británico, aunque hacía 250 años que no se producía un terremoto allí, "bajo Haití hay una red de fallas, que le hacían susceptible de sufrir un terremoto, aunque fuera imposible prever el momento".

Searle ha puntualizado que cada año se producen en el mundo 50 terremotos de la misma magnitud que el de Haití, que no causan este grado de destrucción y muerte por ocurrir lejos de zonas densamente pobladas o en lugares próximos a placas tectónicas donde la construcción es más sólida, como Japón o California (EEUU).

PRINCIPALES PROBLEMAS

Para el experto en geofísica, la reconstrucción de infraestructuras como las carreteras, los suministros de agua y energía, el restablecimiento de las comunicaciones y la construcción de hospitales son algunos de los "grandes problemas" que tendrá que afrontar Haití, "en un contexto en el que serán habituales los corrimientos de tierra".

Según el experto, es probable que, además de las réplicas que se están sucediendo desde que se produjera el terremoto el martes, tenga lugar otro gran terremoto en la zona, "pero no podemos saber si será hoy o dentro de cientos de años".

Searle aconseja quedarse dentro de un edificio hasta que pase el terremoto o situarse debajo de una mesa o bajo el quicio de una puerta.