Alemania, Francia y el Reino Unido han logrado imponer a los demás socios comunitarios una nueva cúpula de la Unión Europea (UE) a su medida, con el objetivo de mantener su preeminencia en la escena internacional, según coincidieron ayer diferentes fuentes diplomáticas. No obstante, el nombramiento de un primer presidente estable de la UE y de una ministra europea de Exteriores y Defensa (pese a su falta de experiencia) constituye una revolución institucional cuyas enormes consecuencias se están ahora subestimando, según otras fuentes comunitarias.

El nuevo presidente de la UE, el hasta ahora primer ministro belga, Herman Van Rompuy, puede desempeñar un papel crucial en hacer avanzar el atascado proyecto de integración europea gracias a su proverbial capacidad de impulsar consensos. Esta es una de las razones que han llevado a Alemania y Francia a promover su nombramiento.

La elección de un dirigente procedente de un país mediano, por un lado, diluye las sospechas siempre presentes de un diktat impuesto por los grandes estados, y por otro facilita la posibilidad de influir más desde Berlín o París en sus opciones.

OTROS CARGOS Alemania y Francia no han optado a ninguno de los dos cargos, porque tienen las miras puestas en otros objetivos. Berlín quiere la presidencia del Banco Central Europeo (BCE), que se liberará en el 2011, y París aspira a asumir la presidencia del Eurogrupo (Consejo de Ministros de Economía de la zona euro) ese mismo año.

Francia ha conseguido, además, el puesto de secretario general del Consejo de la UE para el diplomático Pierre de Boissieu. Un cargo poco llamativo, pero de una importancia clave, ya que otorga el control de buena parte de la Administración europea y de la organización de su funcionamiento cotidiano.

El Reino Unido, por su parte, pretende defender sus intereses nacionales con el nombramiento de Catherine Ashton como nueva ministra europea de Exteriores y Defensa. Así lo reconoció abiertamente el primer ministro británico, Gordon Brown.

La inexperiencia de Ashton en relaciones exteriores puede reforzar la capacidad de Londres y la potente maquinaria del Foreign Office --su Ministerio de Exteriores-- para guiar la política exterior europea, admitieron fuentes diplomáticas.

ESPAÑA, ERRATICA La estrategia de España cara a los dos nombramientos ha sido errática. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, primero defendió que el ministro europeo de Exteriores fuera socialista, y después planteó que fuera socialista el presidente de la UE, cuando ya existía un consenso para que fuera conservador.

España finalmente puso sobre la mesa la candidatura sin apenas posibilidades del ministro de Exteriores, Miguel Angel Moratinos, para el mismo puesto europeo. Fuentes comunitarias subrayaron ayer que el único objetivo de España parece haber sido evitar por todos los medios que pudiera prorrogarse el mandato de Javier Solana al frente de la diplomacia europea.

En algunos medios comunitarios se considera que las críticas por el bajo perfil político de los elegidos se revelarán infundadas. La cancillera alemana, Angela Merkel, reconoció ayer que la "razón abrumadora" de los nombramientos fue evitar la polémica y buscar el consenso entre los Veintisiete. La jefa del Gobierno de Berlín señaló que "siempre se puede optar por la controversia, y quizá entonces por un perfil más reconocible exteriormente, o por el intento de mantener esta Europa unida".

El ex presidente francés Valéry Giscard d´Estaing, uno de los padres del proyecto de Constitución Europea que dio lugar luego al Tratado de Lisboa, valoró que la elección "traduce la ambición limitada de Europa en el momento en que se desarrollan los grandes diálogos mundiales".

En cualquier caso, todas las potencias ya saben a quién tienen que llamar ahora cuando quieran hablar con la UE. "Espero con impaciencia la primera llamada", ironizó Van Rompuy tras su elección.