La fiscalía y los carabinieri de Nápoles intentan saber el nombre de un sicario de la Camorra, la Mafia local, que el pasado mes de mayo mató a un adversario en la puerta de un bar. El vídeo del asesinato, espantoso en su frialdad, fue retransmitido ayer por todas las televisiones, diarios digitales y portales de internet de Italia, provocando una conmoción en la opinión pública, que nunca había asistido a la muerte en directo por las calles del centro de Nápoles. Lo que más impresiona de la secuencia, filmada por una cámara callejera y otra ubicada dentro de un bar, es la aparente normalidad de la escena.

Eran las cuatro menos cuarto de la tarde del pasado 11 de mayo. Mariano Bacioterracino, un delincuente especializado en robos en los bancos mediante la técnica de agujerear las paredes, estaciona cerca de la puerta de un establecimiento de nombre Antica Caffeteria. Abre sus puertas en la calle de las Vírgenes del barrio Sanidad, en el mismísimo centro de Nápoles. El hombre, de 53, años se ha creado muchos enemigos entre los clanes criminales, entre otras cosas por haberse acostado con la esposa de un capo. Bacioterracino está fumando, sin saberlo, su último cigarrillo. El cómplice del pistolero, vaqueros y camisa blanca, se le acerca, le mira y toca su reloj, señal que en el código de muerte de la Camorra significa "es él".

Seguidamente, llega el sicario, vaqueros y camisa azul, pero no le puede disparar enseguida, primero a causa de una familia que compra unos helados para sus hijos, que regresan de la escuela con uniforme y mochilas y, después, porque una señora se para frente al establecimiento buscando algo en su bolso.

ACTITUD NERVIOSA El sicario, aparentemente nervioso, entra en el bar y, según registra la cámara de vídeo, va hasta el fondo donde algunos jóvenes juegan a las máquinas tragaperras, se da la vuelta, sale de nuevo y, mientras forma unos cuernos con los dedos de la mano izquierda, con la derecha dispara al adversario. Un tiro, dos y este cae de rodillas, con el tercero queda aplanado en el suelo, el cuarto va directo a la nuca. El vendedor de tabaco de contrabando que pulula por las mesas del local escapa a todo correr. Dos mujeres empiezan a chillar, un padre con su hija en brazos tapa los ojos de la niña, pasa una motocicleta, una señora levanta la cabeza del muerto para observarle... El fiscal Sergio Amato confía en que alguien, tras difundir el vídeo, le ponga nombre al sicario, que se va tranquilamente con una mueca en la boca que podría ser una sonrisa.