Los dos atentados se produjeron en un zona muy concurrida y a una hora con mucha gente en la calle. Las autoridades dijeron ayer que gran parte de los muertos fueron personas que caminaban en ese momento por el lugar de las explosiones, además de funcionarios que se encontraban trabajando en el interior de los edificios gubernamentales.

Los centenares de heridos fueron conducidos en ambulancias o coches particulares a los hospitales más cercanos. "No sé cómo puedo estar vivo todavía", aseguró Hamid Saadi, que regenta un pequeño comercio en la zona de los ataques. "La explosión destruyó todo. Nada ha quedado en su sitio", añadió.

"Las paredes se vinieron abajo y salimos corriendo", explicó por su lado Yasmmen Afdahl, un funcionario que trabaja en el edificio de la Gobernación, uno de los blancos de los atentados suicidas de ayer. "Sacaban a las víctimas atrapadas entre las ruinas y las metían en las ambulancias", afirmó.

Un testigo arremetió con dureza contras las fuerzas de seguridad, a las que acusó de no hacer bien su trabajo: "Sus aparatos no detectan los explosivos, solo el perfume de las mujeres", clamó. "Pasan el tiempo hablando entre ellos y colgados de sus teléfonos en vez de controlar a los vehículos".

Según informó ayer la agencia AFP, citando a fuentes policiales, los atentados sirvieron para que un hombre que acababa de ser secuestrado pudiera escapar de sus captores. Estaba en el maletero de un coche cuando se produjo una de las explosiones. Dos de sus secuestradores murieron y un tercero, el chófer del vehículo, resultó herido.