Al menos 132 personas murieron ayer y más de 500 resultaron heridas en dos brutales atentados terroristas suicidas en el centro de Bagdad. El alto número de víctimas mortales convierte a las dos explosiones de ayer en las más mortíferas desde el 2007, y tienen lugar tres meses después que las tropas de Estados Unidos dejasen de patrullar por las ciudades del país.

El primer atentado se registró pasadas las 9 de la mañana, hora local, frente al Ministerio de Justicia, en el barrio de Al Salehiya, y afectó también a otros dos edificios gubernamentales: la sede de las Municipalidades y la de Trabajos Públicos.

La segunda explosión tuvo lugar apenas 10 minutos después y a unos 500 metros de distancia del Ministerio de Justicia. El blanco del suicida fue el edificio de la Gobernación. La onda expansiva alcanzó también al Hotel Al Mansur, sede de la embajada de China y de varios medios de comunicación extranjeros.

El sector donde se registraron las dos fuertes explosiones está cerca de la Zona Verde, el búnker que protege a las instituciones del Gobierno iraquí y que alberga también a las representaciones diplomáticas de Estados Unidos y del Reino Unido.

En un gesto poco habitual, el primer ministro iraquí, Nuri alMaliki, se desplazó personalmente al lugar de los hechos. En las imágenes que difundió la televisión, Al-Maliki apareció con expresión grave y de preocupación. Poco después emitió un comunicado de condena en el que acusó de la matanza a Al Qaeda y a los miembros del Baaz, el partido político del fallecido dictador Sadam Husein.

Al-Maliki dijo que los autores de los atentados buscan "bloquear el proceso político y las elecciones". Irak tiene previsto celebrar el próximo 16 de enero comicios legislativos.

El primer ministro señaló, además, que detrás de los ataques de ayer "está la misma mano negra manchada con la sangre del pueblo iraquí que cometió los atentados del 19 de agosto". En esa fecha, dos suicidas hicieron estallar sendos camiones cargados con explosivos frente a los ministerios de Exteriores y de Finanzas. Cerca de un centenar de personas perdieron la vida y medio millar fueron heridas.

El Gobierno implicó entonces al régimen de Siria en los atentados, lo que provocó una crisis diplomática entre ambos países. Damasco, que negó las acusaciones, condenó los atentados de ayer y los calificó de "actos criminales".

El presidente de EEUU, Barack Obama, tras hablar por teléfono con Al-Maliki, lamentó el "asesinato de inocentes, hombres, mujeres y niños", y condenó a aquellos que, a través del "odio y la destrucción", niegan al pueblo iraquí el futuro que se merecen".

EN ENTREDICHO Los atentados de agosto y los de ayer cuestionan otra vez la capacidad de las fuerzas de seguridad iraquíes para controlar por sí solas la situación del país, sin la ayuda de las tropas extranjeras en la calle.