La reforma del sistema sanitario en EEUU ha sido un sueño durante seis décadas, frustrado y hasta convertido en pesadilla para cuatro presidentes: Harry Truman, Richard Nixon, Jimmy Carter y Bill Clinton. Ahora, Barack Obama está decidido a hacer realidad la reforma, la ha convertido en prioridad y ha intensificado la presión al Congreso para que la apruebe cuanto antes.

Inmerso personalmente en una intensa campaña para conseguirlo, a la que ayer sumó una rueda de prensa en horario de máxima audiencia tratando de recuperar un favor ciudadano que según las encuestas se está evaporando, Obama se enfrenta a un reto que puede marcar toda su presidencia.

A diferencia de Clinton --que puso sobre la mesa una detallada propuesta que el Congreso tumbó y por la que perdió la mayoría en las cámaras--, Obama se limitó a delinear en febrero sus objetivos: acercarse a la cobertura sanitaria universal en un país donde casi 50 millones de personas no tienen seguro y abordar los tres temas clave que lastran al sistema sanitario (el coste, el acceso y la calidad). Pero son las dos cámaras quienes tienen el encargo de redactar las propuestas legislativas concretas.

1,7 BILLONES DE EUROS A la complejidad intrínseca de reformar un sistema que este año costará 1,7 billones de euros y donde entran en juego el Gobierno federal y los estados, los ciudadanos, las aseguradoras, los hospitales, doctores, farmacéuticas y el mundo empresarial --que paga los seguros del 61% de los menores de 65 años-- se suma el laberinto político de Capitol Hill.

Y, pese a contar con mayoría en las dos cámaras del Congreso, el presidente demócrata está teniendo problemas para mantener unido a su propio partido y para poner de su parte, sobre todo, a los más conservadores entre sus filas, preocupados por el coste de la reforma y por asuntos como por ejemplo si la cobertura incluirá el aborto.

Congresistas de ambos partidos piden que Obama se implique en los detalles antes de que se produzca la sesión conjunta de las cámaras que tendrá que armonizar las propuestas de la Cámara de Representantes y del Senado. Pero esas no están listas aún. Los tres comités de la Cámara baja encargados de la legislación sí tienen aprobada la suya, pero toda la Cámara se resiste a someterla a votación hasta que sepan por dónde irá el Senado. Y hay cinco comités de la Cámara alta preparando su ley.

El texto disponible por ahora expande Medicaid (el sistema público que cubre a los más pobres y a la gente con discapacidades), crea nuevas opciones para acceder a seguros, plantea dar subsidios a individuos para que se aseguren y obliga a las empresas a asegurar a sus empleados o pagar impuestos. La ley incluye nuevas tasas para los individuos y familias con mayores ingresos.

El objetivo inicial de Obama de que las propuestas estuvieran aprobadas antes del receso veraniego del Congreso parecía alcanzable, especialmente después de que en mayo doctores, hospitales, farmacéuticas y aseguradoras acordaran reducciones voluntarias de hasta 1,4 billones de euros en 10 años y porque los grandes negocios y los ciudadanos estaban exasperados por el aumento de los costes sanitarios.

Ahora, sin embargo, parece imposible. Y aunque el presidente ha defendido poner una fecha límite, corre el riesgo de dar la apariencia de haber primado la velocidad al contenido.