Bajo el tosco ciclón de los sables, Honduras vuelve a hacer honor a su nombre. Los militares que el domingo detuvieron y deportaron al presidente, Manuel Zelaya, desataron ayer una represión desmedida contra sus seguidores, tanto en la calle, donde soldados y policías apalearon a los manifestantes, como en el interior, donde detuvieron al menos a una docena de dirigentes populares. Con todo el apoyo internacional, Zelaya anunció que mañana volverá a Tegucigalpa, arropado por una comitiva en la que figurarán los presidentes de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, y Ecuador, Rafael Correa. Afirmó esperar que los militares lo "saluden". Pero el presidente de facto, Roberto Micheletti, aseguró que será detenido porque "los tribunales tienen orden de captura contra él".

La Asamblea General de la ONU aprobó por aclamación una resolución en la que pide la "inmediata e incondicional" restitución de Manuel Zelaya como presidente "legítimo y constitucional" de Honduras. El propio Zelaya pronunció ante la asamblea un largo discurso, en el que recordó cómo los soldados lo detuvieron el domingo en su casa y aterrizó en Costa Rica en pijama. Por una consulta popular que organizó en base a la ley de participación ciudadana y porque "en Honduras hay mucha injusticia y desigualdad".

PAIS PARALIZADO El depuesto gobernante resumió así la situación: "Las Fuerzas Armadas se sublevaron y tienen al país en estado de parálisis. Han ametrallado buses con personas dentro. Hasta ayer, hubo 160 heridos en la calle, ministros detenidos y enviados afuera, huelga general, transportes paralizados, los maestros dejaron de ir a las escuelas. Los aeropuertos están tomados. En cada emisora de radio hay un hombre de verde olivo". Zelaya dijo: "Han exhibido a Honduras y han cometido un crimen contra la humanidad".

Los aplausos de los representantes de todos los países le mostraron que "el mundo está agarrando conciencia fuerte" de que no se puede usar "la violencia para resolver los problemas". Zelaya reiteró que no aspira a la reelección al fin de su mandato y confió en que el jueves le "espere el pueblo" cuando vuele a Honduras junto a varios mandatarios latinoamericanos y el presidente de la OEA, Miguel Insulza. El nuevo Gobierno advirtió de que solo los otros serán bienvenidos: "Zelaya no va a pasar".

No está claro que Zelaya pueda repetir la frase de Cristóbal Colón tras el paso del huracán: "¡Gracias a Dios que salimos de estas honduras!" Pese a la presión diplomática de medio mundo, amenazas de bloqueo e incluso de no surtir petróleo a los golpistas, y al desfile de embajadores que abandonaban el país, las fuerzas vivas hondureñas hicieron piña en torno a Micheletti y el autoconvencimiento de que no hubo golpe de Estado, sino una "sucesión presidencial apegada a derecho".

GASES, PORRAZOS Y SANGRE La primera intervención del Ejército y la policía antimotines para dispersar a unos 2.000 manifestantes frente a la Casa Presidencial provocó la tarde del lunes (en horario español) más de medio centenar de heridos, en medio de gases lacrimógenos, porrazos y sangre. La escasa resistencia se vio nutrida ayer con la llegada a la capital de "nuevos contingentes desplazados desde diferentes partes del país, indígenas y afrodescendientes", como anunció el coordinador de Movimientos Sociales de Honduras, Luther Castillo.

Al reanudar las "concentraciones de repudio a Micheletti", Castillo afirmó que "la resistencia crece, a pesar de la represión". Sin embargo, ayer se adelantaron los contrarios, que agitaban banderitas hondureñas de papel y todavía gritaban contra Manuel Zelaya: "¡Fuera Mel!"

La manifestación celebrada en el centro de Tegucigalpa "en defensa de la Constitución y la paz" fue convocada por la Unión Cívica Democrática (UCD), una amalgama de políticos, empresarios, iglesias y organizaciones sociales que la semana pasada montó marchas masivas de protesta contra las pretensiones reformistas del presidente.