El presidente de EEUU, Barack Obama, reiteró ayer en una entrevista emitida por la CBS (y grabada el viernes) la política de cautela que su Administración ha adoptado respecto a los disturbios poselectorales en Irán y que le está generando críticas de la oposición en Washington. Obama afirmó que "lo último que hay que hacer" es que EEUU se convierta para el régimen iraní en un pretexto para demonizar a los opositores.

"No deberíamos entrar en este juego", dijo Obama, que desde que estalló la crisis en Teherán se encuentra en una difícil situación. Difícil porque trata de mantener un equilibro entre el papel teórico que suele arrogarse EEUU --"se supone que el presidente debe liderar al mundo libre, no seguirlo", criticó el senador republicano Lindsey Graham--, el pragmatismo y sus propios intereses en la zona.

Y es que las elecciones en Irán y la posterior crisis han llegado en un momento en que la Casa Blanca iniciaba un nuevo enfoque, dialogante y de mano tendida, ante Teherán para lidiar con el asunto de su programa nuclear y con su papel en los frentes bélicos de Irak y Afganistán.

El partido republicano ha encontrado en su cautela un filón para sus críticas. John McCain se lamentó de que líderes europeos como Nicolas Sarkozy y Angela Merkel se hayan mostrado mucho más explícitos que Obama.