Militantes neonazis contra afganos, habitantes contra habitantes, anarquistas contra policías: el centro de Atenas, concretamente el barrio de Agion Panteleimon, se ha convertido en un barómetro del aumento de las tensiones ante la afluencia de inmigrantes.

"Hemos logrado expulsar a los extranjeros. Ahora nos estamos organizando para impedir que se agrupen en el barrio vecino", explica un joven de 20 años, que se niega a identificarse. Forma parte de los vigilantes improvisados, encargados de "limpiar" el sitio. Por ahora, vigila el área de juego de la plaza central del barrio. "Allí se amontonaban los afganos y había tráfico de droga. Además nos atacaban con navajas y destornilladores", justifica.

Cerrado con candado después de una manifestación organizada para pedir la expulsión de los inmigrantes, el parvulario fue reabierto tras el asalto de un grupo anarquista, antes de que los militantes neonazis lo volvieran a acordonar y desplegaran una alambrada a su entrada. La semana pasada, el jardín de infancia fue escenario de nuevas escaramuzas, que acabaron con la detención de cinco jóvenes por las fuerzas antidisturbios.

"Después de que la Asociación de vecinos indignados repartiera una octavilla en la que se acusaba a los inmigrantes de copular con corderos, montamos un comité vecinal. Organizamos fiestas y encuentros para intentar buscar algo de cohesión. Aunque tuvimos que ceder terreno, ante las intimidaciones, los insultos y las amenazas", cuenta Christos Rubanis, un maestro jubilado. "Los fascistas controlan la zona. Expulsan a patadas a los morenos que pasan muy cerca", se enoja a su vez Altín Petro, un inmigrante albanés que lleva más de diez años en este barrio popular. "Como la policía nos persigue, la consigna es no salir de noche y evitar la plaza", indica Zahir Mahmadi, un representante de la comunidad afgana.

Mahmadi estima en unos 2.000 el número de compatriotas que se mueven en el barrio. Están atrapados en un país al que al principio llegaron de tránsito, pero que el cierre de las fronteras europeas les ha pillado dentro. Además, el trabajo, incluso el que se ofrece a un negro remunerado insuficientemente, se hace cada vez más difícil por la crisis. "Sí que había gente en la calle que los vendedores de sueños (propietarios que albergan a trabajadores inmigrantes a un precio alto y en condiciones insalubres) amontonan en la mugre. Pero es el Estado quien debe actuar", juzga.

Grecia, que dice estar desbordada por la afluencia de inmigrantes llegados en su mayoría a través de la vecina Turquía, pide la ayuda de la UE para hacer frente a la situación. Entretanto, deja abandonados a su suerte a los llegados después del año 2005.

Este colectivo, que no tiene ninguna perspectiva de regulación, incluye a un número importante de afganos, iraquís y somalís, cuya expulsión es difícil. Los expertos los cifran en unos 250.000. Pero el partido de extrema derecha Laos, que hizo su agosto con este tema hasta ganarse el 7% de los votos en los comicios europeos, habla de más de un millón.

Baile de cifras

El baile de las cifras no le perdona la vida al Ministerio del Interior. El ministro, Procope Pavlopulos, intentó recientemente una revisión a la baja, hasta unos 80.000, pero pronto le hizo frente su adjunto encargado de la policía, Christos Markoyannakis, que se hizo eco del millón de Laos.