Por primera vez desde la invasión de Irak y la caída del fallecido dictador Sadam Husein en el 2003, un grupo de turistas occidentales ha visitado el país en guerra, no solo Bagdad, sino ciudades del norte y sur del territorio conocidas por haber sido escenario de duros combates y sangrientos atentados. Los visitantes --cinco británicos, dos estadounidenses y un canadiense-- llegaron a Irak el pasado 8 de marzo en un viaje que ha durado dos semanas y que ha sido organizado por la agencia Hinterland, un operador británico de turismo de aventura.

"Cuando llegas a mi edad es mucho mejor morir de un balazo en Irak que en un geriátrico de tu barrio. No me quedan muchos más años de vida. ¿Por qué entonces no vivirlos al máximo?", dice Bridget Jones, una arqueóloga ya jubilada de 77 años de Londres y que ha formado parte de la expedición. "Siempre he querido visitar Irak, porque es donde todo empezó, la tierra de los dos ríos", añade en referencia al Tigris y el Eufrates.

ITINERARIO La ruta del grupo ha incluido Erbil, capital del Kurdistán iraquí --abierto ya al turismo--, para visitar un antiguo castillo de la época del Imperio Otomano, y la antigua ciudad asiria de Nínive, cerca de Mosul, que es una de las ciudades más peligrosas de Irak. Los ocho turistas se desplazaron hasta Samarra y visitaron la mezquita de Al Askari, lugar santo para la comunidad chií y que en el 2006 fue destruida en un ataque con explosivos que desencadenó la sangrienta guerra sectaria que enfrentó a sunís y chiís.

En el sur, viajaron hasta las ciudades santas de Nayaf y Kerbala, así como a Basora. No se olvidaron tampoco de hacer, como no, una parada en la provincia de Babil, donde se encuentran las ruinas arqueológicas de la legendaria ciudad bíblica de Babilonia, capital de la antigua Mesopotamia y hogar de los famosos Jardines Colgantes.

A diferencia de los funcionarios extranjeros --civiles o militares-- que llegan a Irak y que se trasladan de un lado a otro en helicópteros o vehículos blindados y siempre protegidos con chalecos antibalas, el grupo de turistas se ha movido por el país a bordo de un autobús turístico, con escoltas armados vestidos de civil. "Es gente muy aventurera, ajena a los viajes turísticos normales", señala Geoff Hann, director general de Hinterland. "De todas maneras no habríamos organizado un viaje así hace nueve meses", advierte. La violencia en Irak se ha reducido drásticamente a lo largo del último año y ha llegado a índices similares a los de mediados del 2003.

Cuando a la turista Jones se le pregunta si recomendaría un viaje así a sus amigos, se toma su tiempo antes de responder. "Depende del amigo", dice. "Para empezar, no hay café, ni alcohol y si eres mujer debes cubrirte el pelo con el velo islámico", afirma. En ningún momento Jones menciona el riesgo de ser secuestrado o ser víctima de una mina. Pero es que a la arqueóloga británica no parece preocuparle la falta de seguridad en el país árabe. "Soy optimista. Siempre he pensado que estas cosas suceden a los otros".

El grupo de turistas ya había estado en otros lugares conflictivos, como Afganistán, y algunos de ellos se apuntaron a este viaje porque deseaban comprobar lo que dicen los periódicos del país musulmán. "Mis amigos piensan que estoy loca", afirma la turista Tina Townsebd-Greaves, una funcionaria inglesa, de 35 años. "Irak es un país muy interesante políticamente: ha sido una gran experiencia venir y ver por nosotros mismos los que ocurre".

Las autoridades de Bagdad esperan que este viaje signifique el inicio de una nueva era en el turismo de Irak, país donde nació la escritura, la rueda y la agricultura. Piensan que este sector ayudará a la reconstrucción del país. Opinión que comparte otro miembro del grupo, Koa Van Chung, de Nueva York. "Es cierto que hay controles militares y burocracia, pero en pocos años Irak podría convertirse en un lugar viable turísticamente".