Le quedan casi seis semanas por delante a Binyamin Netanyahu para tratar de ensamblar el nuevo Gobierno de Israel. Pero el líder del Likud no pierde un segundo. Después de que el jefe del Estado, Shimon Peres, le encargara el viernes tomar las riendas del país, Netanyahu se reunió ayer con la ministra de Exteriores y jefa del partido más votado en las recientes elecciones, Tzipi Livni, para intentar que se sume a un Gobierno de unidad nacional. Su oferta es de "una generosidad sin precedentes", según fuentes del Likud, pero Livni se resiste. "Si entramos en un Gobierno con un camino distinto al nuestro, traicionaremos a nuestros votantes", dijo.

Todavía queda tiempo para que cambie de opinión. Algunos pesos pesados de Kadima, como el principal rival de Livni en las primarias, el ministro Shaul Mofaz, o la portavoz del Parlamento, Dalia Itzhik, no están dispuestos a renunciar al poder y, menos, con un escaño más que el Likud. "Espero que podamos formar un Gobierno amplio, en el que Kadima tenga un liderazgo acorde a su tamaño y sus ganas de influenciar", decía Itzhik durante el fin de semana.

Otros dirigentes, sin embargo, ven en la coyuntura actual una oportunidad inmejorable para demostrar integridad y consolidar la imagen de Kadima como sinónimo de la apuesta por las negociaciones de paz. Al fin y al cabo este es un partido que nació sin una ideología definida. Ahora, el descalabro electoral laborista y la cerrazón de la derecha a discutir siquiera la devolución de una parte de los territorios ocupados han puesto al alcance de Kadima una identidad propia. Y esa es aparentemente la apuesta de Livni. "Podemos elegir entre avanzar y actualizar la visión de dos estados para dos pueblos o perder nuestro sendero", dijo ayer tras reunirse con Netanyahu en Jerusalén.

MANIFIESTO La jefa de Kadima no está sola. Medio millar de líderes regionales, alcaldes y activistas del partido hicieron público ayer un manifiesto en el que respaldan el pase a la oposición para no "legitimar un Gobierno de derechas". Netanyahu seguirá intentándolo.

Si Kadima queda al final fuera de la coalición, Netanyahu tendrá que hacer malabarismos para convencer al mundo de que no es el equivalente israelí de Hamás. Ayer, empezó a intentarlo. "Espero cooperar con la Administración del presidente de EEUU Barack Obama para tratar de avanzar en los objetivos comunes de paz, seguridad y prosperidad entre nosotros y nuestros vecinos", dijo .

Suenan a impostura sus palabras porque su única propuesta para lidiar con el conflicto palestino consiste en fomentar el desarrollo económico. Se opone, en cambio, a la negociación política para crear un Estado palestino, posición que le emparenta con Hamás. A los islamistas, ha prometido destruirlos.