La magnitud del que es ya el peor desastre natural en Australia en más de un siglo apenas empieza a hacerse visible. Según las autoridades locales, citadas por la agencia australiana AAP, al menos 200 personas han muerto en los incendios y se teme que el saldo de víctimas se incremente. "Todo el mundo ha muerto. Todas las casas están quemadas, y todos están muertos dentro de sus casas", murmuraba entre sollozos Christopher Harvey, uno de los supervivientes, mientras deambulaba por las calles de Kinglake, la ciudad con mayor número de fallecidos.

La policía cree que algunos de los incendios, que han arrasado poblaciones rurales enteras cerca de Melburne (la segunda ciudad del país), fueron provocados deliberadamente. El pequeño pueblo de Marysville ha sido declarado escenario de crimen y ha sido cerrado y acordonado mientras la policía científica busca pruebas entre los escombros. En el estado de Nueva Gales del Sur, un hombre de 31 años y un joven de 15 han sido acusados de haber iniciado dos incendios.

"¿Qué se puede decir sobre alguien así? No hay palabras para describir lo ocurrido de otra manera que como un asesinato en masa", afirmó el primer ministro, Kevin Rudd, visiblemente emocionado, en la televisión. "El número de muertos es abrumador", añadió.

Uno de los incendios forestales arrasó, en la noche del sábado, varias ciudades en el estado de Victoria (en el sur del país) y se llevó todo lo que encontró por el camino. Mucha gente murió en sus coches mientras intentaban huir y otros quedaron atrapados en sus casas.

Un total de 78 heridos permanecen ingresados en los hospitales y muchos de ellos tienen graves quemaduras en más del 30% del cuerpo. Según un médico de urgencias de uno de los hospitales, algunas de la quemaduras son peores que las del atentado de Bali en el 2002.

En la capital del país, Canberra, los diputados apenas podían contener las lágrimas cuando suspendieron una sesión del Parlamento tras expresar sus condolencias a los familiares.

Miles de bomberos seguían ayer batallando contra las llamas, tanto en el estado de Victoria como el estado vecino de Nuevo Gales del Sur. Aunque las condiciones metereológicas han mejorado ligeramente y la ola de calor se ha atenuado, un total de 28 incendios seguían ayer activos y al menos 10 de ellos, de grandes proporciones, estaban fuera de control.

La tragedia incrementará la presión sobre el Gobierno australiano para adoptar medidas más drásticas en relación al cambio climático. Aunque en Australia los incendios forestales ocurren cada año, nunca habían tenido un efecto tan devastador. De hecho, son los peores incendios en toda la historia del país, que no sufría un desastre natural de tal magnitud desde hace 110 años: en 1899, el ciclón Mahina azotó el cabo York, en el norte, y causó la muerte de más de 400 personas.

En el estado de Victoria, el fuego ha arrasado unas 330.000 hectáreas, mayoritariamente de masa forestal; algunos viñedos del valle de Yarra han sido destruidos.

En Whittlesea, cerca de Kinglake, algunos residentes vagaban por las calles buscando desaparecidos. "La última vez que les vi, los niños corrían por la casa. Quedaron bloqueados en la vivienda", dijo Sam Gents, que no sabe nada de su esposa ni de sus tres hijos. "Que me dejen ir a la montaña; sé dónde buscarles", añadió.

Mientras el sureste de Australia lucha contra las llamas, el norte del país sufre graves inundaciones tras 10 días de abundantes lluvias. En el estado de Queensland se han dado por desaparecidas tres personas, entre ellas un niño de 5 años. Un 60% del territorio de ese estado ha sido declarado zona catastrófica.

En Londres, la reina Isabel II de Inglaterra, que es también la soberana de Australia (país que pertenece a la Commonwealth), se ha declarado "triste y conmocionada" por la tragedia.