Hasta el 4 de noviembre quedan por delante el trabajo de campo y puerta a puerta, los mítines, los anuncios en televisiones locales... Pero, en el caso del candidato republicano a la Casa Blanca, John McCain, su tercer y último debate con Barack Obama la pasada madrugada en la universidad Hofstra de Long Island (Nueva York) era la última oportunidad de convencer a través de la televisión a millones de votantes e intentar dar un giro de 180 grados a una campaña que, como confirman los sondeos, pierde fuelle.

Obama ha anunciado que con sus nutridas arcas comprará segmentos de media hora en las grandes televisiones en abierto antes del 4 de noviembre que le permitirán mantener su proyección. McCain, con finanzas mucho menos boyantes, no cuenta con ese arma, y por eso el debate era su última oportunidad.

La estrategia con que llegaba al cara a cara McCain había sido adelantada por el propio candidato y por sus asesores. Y si hablar del plan económico que presentó el martes era uno de los ejes, el otro era abandonar la lucha de guante blanco que libró contra Obama en los dos primeros debates y por la que le han criticado las bases de su partido.

Aunque McCain se resiste a la presión de su número dos, Sarah Palin, y de algunos asesores a colocar sobre la mesa la relación de Obama con el reverendo Jeremiah Wright, polémico por radicalizar la división racial en sus sermones, McCain sí anunció que era "probable" que abordara la relación de su rival con William Ayers, el antiguo terrorista de The Weather Underground.

DUDAS Era un plan que planteaba dudas. Una: que Obama y sus estrategas esperaban el ataque y estaban preparados para replicar a "un McCain hiperagresivo". Otra: que la línea de descalificaciones al demócrata, junto a la elección de Palin, ha sido responsable del declive del senador de Arizona en las encuestas, según un sondeo de The New York Times y la CBS.

Esa encuesta daba a Obama una ventaja de 14 puntos frente a McCain (53% de apoyo entre probables votantes para el demócrata frente al 39% del republicano). Y los porcentajes cobraban más dimensión ya que hace dos semanas el mismo sondeo arrojaba por entonces un empate técnico.

Otras encuestas, como las que realizan a diario Zogby y Rasmussen, aunque también señalan a Obama como favorito a la Casa Blanca, recogen una separación menor entre los candidatos (48-44 en el caso de Zogby y 50-45 en el de Rasmussen).

Que McCain pudiera corregir todos sus problemas en 90 minutos era impensable, pero no que aspirara a dar un golpe de timón. Esta vez, sentado en una mesa con Obama, eliminaba de entrada algún problema de imagen. Mientras, para los ciudadanos, esa fórmula (lejos de la de podios o del estilo town hall meeting ) prometía algo más de diálogo que meros discursos.