"Aún no". Así de contundente se mostró ayer el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, cuando el diario The Wall Street Journal le planteó la delicada cuestión de si tenía pensado presentar su renuncia después del revolcón sufrido en las legislativas del lunes por los partidos que le apoyaban. Mientras en el país proseguían los tanteos cara a la formación del Ejecutivo, los analistas coincidían en señalar que un Gobierno democrático que cuente con la legitimidad de las urnas podrá concentrarse con mejores perspectivas que Musharraf en relanzar "la guerra contra el terrorismo" que se desarrolla en las regiones del oeste fronterizas con Afganistán.

El presidente está dispuesto a trabajar con "cualquier partido o cualquier coalición" para lograr el objetivo de dar a Pakistán "un Gobierno estable". Además, insiste en que el peso del poder ejecutivo recaerá en la figura del jefe del Gobierno y promete que no interferirá en su labor: "El Gobierno lo dirige el primer ministro, el presidente no tiene ningún mandato para compartir el poder gobernante con el primer ministro".

POSIBLE TACTICA Todas estas palabras, aseguran sus críticos, podrían ser únicamente tácticas dilatorias para ganar tiempo y esperar una coyuntura más favorable. Pese a que surge de la cita electoral del lunes mucho más debilitado, Musharraf, que cuenta con cinco años de mandato, no está acabado, y todavía posee cierto margen de maniobra para evitar salir con ignominia del poder, coinciden en afirmar todos los mentideros políticos en Islamabad. Para ello, podría jugar con la animadversión y las diferencias entre los dos partidos vencedores, y mejorar así su posibilidad de sobrevivir.

Los problemas entre ambos ya han empezado a asomar, y amenazan con enrarecer el ambiente ante la cumbre de hoy de los líderes de los partidos vencedores, Asif Alí Zardari, del Partido Popular de Pakistán (PPP), y Nawaz Sharif, de la Liga Musulmana Pakistaní-N (LMP-N). Sin ir más lejos, el viudo de Bhutto se declaró favorable a coaligarse con un pequeño partido regional que apoyó a Musharraf, el Movimiento Qaumi Muttahida (MQM). "Quiero formar un Gobierno con MQM", dijo Zardari.

Ello, a buen seguro, desagradará en las filas de Sharif, quien se ha cansado de reiterar en todos los foros que pondrá como condición la salida de Musharraf del poder. Será el Parlamento el que podrá "decidir el destino del presidente", concluyó Zardari.

Con los resultados en 261 cincunscripciones, los dos partidos mayoritarios, coaligados con los nacionalistas pastunes del Partido Nacional Awami, no lograrían la mayoría parlamentaria de dos tercios para sacar adelante un impeachment .