"Pasado mañana por mañana puedo ser gobernador de la provincia de Sindh, o estar en la cárcel". No hay medias tintas. Es el todo o la nada. Así lo expresa Taj Haider, ex senador y candidato del Partido Popular de Pakistán (PPP). Las urnas que se pondrán hoy a la disposición de los más de 81 millones de votantes que componen el censo de Pakistán solo pueden, en su opinión, dar como resultado una abrumadora mayoría parlamentaria de los "partidos democráticos".

Cualquier otro resultado, después de lo acontecido en los últimos meses --suspensión de la Constitución, magnicidio de Benazir Bhutto--, constituiría un fraude electoral mayúsculo destinado a perpetuar el régimen del presidente Pervez Musharraf, lo que obligaría a los líderes de la oposición a hacer un llamamiento en favor de una revuelta ciudadana para contestar con protestas un hipotético resultado electoral amañado. "Saldremos a la calle; no tenemos ninguna fe en este sistema judicial", amenaza en caso de pucherazo masivo Sardar Abdul Rahmán, secretario de Información de la Liga Musulmana de Pakistán-N

La oposición ha elaborado durante la campaña concienzudos compendios de abusos que han sido notificados a la Comisión Electoral, pero este organismo, sobre el que recaen acusaciones de favoritismo hacia Musharraf, solo ha dado acuse de recibo.

Entre estas violaciones se encuentra la supuesta desaparición de millones de votantes y las intimidaciones a la oposición. Pero el último "atropello" se produjo el sábado, cuando la entidad reguladora de medios audiovisuales prohibió a las radios y televisiones que informen de actividades políticas y que emitan publicidad o entrevistas con dirigentes 36 horas antes de la votación. Pero sobre todo, y cara al recuento, les ha advertido contra la difusión de resultados no confirmados por la oficialidad. Todo ello tras una campaña en la que los partidos no han podido presentar sus programas en TV.