Eran las cuatro de la tarde de ayer y aún se escuchaba algún tiroteo. Al otro lado de la línea telefónica, en Kinshasa, el embajador español, Miguel Fernández-Palacios, todavía muy afectado, explicaba a este diario el ataque con una granada anticarro que sufrió la embajada española la noche del jueves.

"La granada perforó la fachada y explotó a dos metros de mi mesa. La onda expansiva me lanzó las gafas a varios metros y destrozó todos los cristales del edificio", desvela el diplomático. "En ese momento estaba hablando por teléfono con el Ministerio de Asuntos Exteriores y la llamada se cortó en seco", agrega Fernández-Palacios, que es consciente de que salvó la vida de milagro, al igual que los 17 funcionarios. La embajada también fue tiroteada varias veces.

60 MUERTOS Pese a la gravedad, el embajador relativiza el ataque. "No fue nada si lo comparamos con los muertos --más de 60-- que hubo durante los enfrentamientos armados", subraya, que se han registrado en las últimas 48 horas entre el Ejército de la República Democrática del Congo (RDC) y milicianos de Jean-Pierre Bemba, senador y ex señor de la guerra.

"Anduvimos cinco horas tumbados en el suelo, el tiempo que duró el principal ataque. Luego, abandonamos corriendo la embajada, que tiene un boquete de más de 30 centímetros, y nos trasladamos en vehículos blindados hasta una base de las Naciones Unidas. Todos estamos bien. Solo una empleada tiene un corte de un cristal, pero no es grave", sostiene Fernández-Palacios. La base es un almacén donde han podido poner unos colchones en el suelo y estar a salvo gracias a la protección de los soldados de la ONU.

En esas condiciones atienden las llamadas de los 300 españoles residentes en el Congo, la mayoría religiosas, que están bien. La mitad se encuentran en Kinshasa y los demás están repartidos por el resto del país de la región de los Grandes Lagos.

En realidad, el ataque no iba dirigido contra la embajada. El edificio de la representación española se encuentra en el acomodado barrio de Gombe, al norte de Kinshasa. Muy cerca de la casa-bunker de Bemba, junto a la principal carretera, la N-1, y el caudaloso río Congo.

TRAICION Y EXTERMINIO En este escenario, los seguidores de Bemba se enfrentaron con fusiles de asalto a los carros de combate y lanzagranadas del Ejército el jueves y la madrugada de ayer. Esta resistencia permitió a Bemba refugiarse en la embajada de Suráfrica y evitar su detención por "alta traición". Desde allí, dijo: "Tratan de exterminarme".

Anoche, el Ejército congoleño afirmaba tener bajo control Kinshasa. Mientras, en el almacén de la ONU la normalidad era absoluta. Fernández-Palacios descartaba casi por completo evacuar a los españoles.