Las brutales palizas, torturas y humillaciones a las que fueron sometidos los detenidos en la base estadounidense de Bagram (Afganistán), por las que murieron dos personas en diciembre del 2002, fueron descritas ayer con escalofriante detalle por The New York Times , que obtuvo el informe secreto de 2.000 páginas acerca de la investigación del Ejército sobre los fallecimientos.

Las torturas fueron "dirigidas o ejecutadas por interrogadores para obtener información, o se trató de castigo aplicado por guardias militares. A veces, el tormento parece resultar del simple aburrimiento, crueldad o ambas cosas", denunció el rotativo. Inicialmente, el Ejército atribuyó las dos muertes a causas naturales, pero el pasado octubre, el Centro de Investigación Criminal del Ejército concluyó que hay causa probable para procesar a 27 oficiales y soldados por el primer fallecimiento, y 15 por el segundo. De momento, sólo 7 han sido acusados, aunque nadie ha sido condenado. "Hubo gente que violó todos los estándares de tratamiento humano", reconoció el portavoz del Pentágono, Larry Di Rita.

HERMANO DE UN TALIBAN Habibullá, como se llamaba el primer fallecido, fue identificado como posible hermano de un antiguo comandante talibán. "Tenía una mirada penetrante y aspecto de seguridad en sí mismo", describe el informe, que también explica el enfado de los interrogadores por su actitud desafiante. Durante cinco días, fue encadenado al techo de su celda por las muñecas y golpeado hasta morir.

Otro tanto sucedió con Dilawar, un taxista de 22 años, que murió seis días después por las torturas. Dilawar fue detenido simplemente por pasar con su vehículo y tres pasajeros frente a Camp Salerno la misma mañana que esa base de EEUU había sido atacada. Durante cuatro días pendió del techo de su celda encadenado por las muñecas. Sus piernas recibieron tantos golpes "que fueron convertidas en pulpa", dijo la forense militar.

HAZMERREIR La odisea de Dilawar se convirtió en el hazmerreír de los guardias, porque cada vez que le golpeaban en las piernas gritaba "¡Alá!". "Durante 24 horas, le dieron más de 100 golpes", porque les divertía oír sus gritos, dijo el soldado Corey Jones. El taxista fue humillado por su interrogadora, la sargento Selena Salcedo, que le dio una patada en los genitales.

Según los documentos, los malos tratos a detenidos incluyeron desde hacerles besar las botas de sus interrogadores a sacar tapas de botellas de plástico de un barril relleno de agua con excrementos. Muchos de los interrogadores, que aplicaron estas técnicas bajo el mando de la capitana Carolyn Wood, fueron enviados siete meses después a Irak, para hacerse cargo de los interrogatorios en Abú Graib.