Bombas de fragmentación, de media tonelada, de una tonelada. Morteros, granadas. Tanques, blindados, Humvees. Coches y camiones bombas, mulas como lanzaderas de morteros. Fusiles kalashnikov, pistolas, bombas en puestos de control, en los arcenes de las carreteras. Soldados, ocupantes, fedayines, saqueadores, resistentes, terroristas, kamikazes. Del F-16 al cinturón de explosivos y el coche bomba, los iraquíes han vivido un año de sangre.

Un año en el que la muerte ha elegido mil formas para cebarse con un pueblo ya suficientemente castigado por Sadam Husein. Han transcurrido 12 meses desde que George Bush ejecutó el ultimátum del trío de las Azores contra Sadam, y el sentimiento que ayer, día del aniversario del inicio de la guerra, recorría Bagdad es el mismo que hace un año: miedo a morir a causa de una bomba.

Un año de miedo

"El miedo no nos abandona. Este ha sido un año de horror, y parece que la vida continuará así", comentaba ayer Salam al Hasen, un jubilado forzoso --"nadie me contrata a mi edad"-- de 48 años. "Creo que ahora la situación es incluso más peligrosa que durante la guerra. Hace un año, conocías a tu enemigo; ahora puedes verte atrapado en un tiroteo o en una explosión en cualquier lugar", explica Salam, quien sin ninguna vacilación culpa a las fuerzas ocupantes de la situación. "Ellos sólo quieren protegerse a sí mismos".

Resulta sangrante, en el sentido radicalmente literal del término, comparar los alrededores del Hotel Monte Líbano, que fue destruido por un coche bomba el pasado miércoles, con los accesos del complejo en los que se encuentran los hoteles Palestina y Sheraton. Frente al Monte Líbano, había tres guardias sentados en sillas y tres pequeños bloques de cemento. Alrededor del Palestina y del Sheraton, y en las calles adyacentes, se alzan moles de hormigón, hay tanques estacionados, soldados estadounidenses, empleados de seguridad iraquíes, detectores de metales y cuatro puestos de control con perros que olfatean todos los equipajes en busca de explosivos. Anoche, blindados de EEUU cortaron la calle de acceso a los hoteles para reforzar aún más la seguridad.

Protección nula

La diferencia es que la mayoría de los huéspedes del Palestina y del Sheraton son constructores que trabajan con los ocupantes, mientras que en el Monte Líbano dormían "sobre todo árabes", explica Asad Abud Jadoen, propietario del Hotel Der al Zoor, situado en frente de las ruinas del Monte Líbano y que también resultó prácticamente destruido por el atentado del pasado miércoles.

"Los americanos no prestan ninguna atención a la seguridad de los iraquíes. Sólo se protegen a ellos mismos", se lamenta Asad, cuyo hijo de 16 años, Haider, resultó herido en la cabeza y el cuello. Un aparato de aire acondicionado que detuvo en parte la onda expansiva evitó que murieran mientras veían por televisión un partido de fútbol.

Grandes moles de hormigón y sacos terreros se han convertido en los símbolos de la ocupación. No sólo la Autoridad Provisional de la Coalición (APC) está protegida y aislada del resto de la ciudad, sino que los principales hoteles en los que se alojan occidentales relacionados con las fuerzas ocupantes, las sedes de los partidos iraquíes, y cada vez más comisarías están ocultas por las alambradas y un muro discontinuo que dibuja una cicatriz gris en el rostro de Bagdad. "El único negocio rentable del Irak liberado es el de fabricante de bloques de hormigón", ironiza el dueño del Hotel Der al Zoor, con la lucidez sarcástica que da la desesperación. Salvó la vida, pero su negocio está en ruinas. "¿Cómo alimentaré a mi familia?", se pregunta con amargura.

Para Estados Unidos, Asad es una "víctima del terrorismo", un inocente damnificado por un nuevo atentado de Al Qaeda. El iraquí no se siente así. "Los americanos son los culpables. Los ocupantes no han hecho absolutamente nada para estabilizar el país, ni para reconstruirlo. ¿Dónde está la democracia y la libertad de la que nos hablaban? Todo eran eslóganes. En realidad, lo que a ellos les interesa es que haya inestabilidad para que los iraquís creamos que son imprescindibles". La comparación es inevitable. "Durante los 35 años de Sadam, nada parecido a esto sucedía", se lamenta.

Más de 400 personas han muerto en actos de violencia en Irak sólo en los últimos dos meses. La auténtica arma de destrucción masiva es la caja de los truenos que el trío de las Azores abrió en Irak y cuya onda expansiva va desde Bagdad hasta Madrid.