Hasta la placa blanca en la puerta del Colegio Iraquí de Madrid necesita una renovación urgente. Nada más atravesar el umbral, se desvanece el lujo de una de las zonas más caras de la capital de España, donde el metro cuadrado alcanza los 5.000 euros (830.000 pesetas).

El desvencijado chalet que alberga la escuela, una construcción de los primeros años 70 que fue residencia del agregado militar de la Embajada de Irak, está situado en el barrio de Arturo Soria, una isla de árboles, chalets y boutiques de postín, en el distrito de Chamartín.

DICTADOR OMNIPRESENTE

El entorno es el único extra del que disfrutan los 80 alumnos de la escuela, fundada en 1977 por orden de Sadam Husein. Veinticinco años después, parece que haya sufrido un bombardeo. Son las secuelas del embargo. El viejo chalet ha sido reconvertido en escuela sin reforma previa. El antiguo salón es el patio donde los alumnos dan patadas al balón. Lo hacen casi en penumbra, porque sólo funcionan dos de los cuatro fluorescentes.

No hay calefacción. Y como los termómetros no superan los cero grados, los niños se turnan un radiador que hace saltar los plomos varias veces al día. Por eso aprenden con los abrigos puestos. Leen manoseados libros en árabe clásico con la foto de Sadam en la contraportada. La imagen del líder iraquí está en todas partes. Decora paredes junto a banderas y murales infantiles que denuncian a EEUU e Israel o añoran Al Andalus.

El presidente de Irak decidió abrirlo durante la visita oficial que realizó a España en 1974, invitado por el régimen de Franco. Por aquel entonces, el dictador árabe pasaba ante la comunidad internacional por un mesías de la cultura. Incluso llegó a recibir un premio de la Unesco en 1979 por su labor de alfabetización. Su afán educativo le llevó a levantar colegios iraquíes en todo el mundo. El petróleo permitía mantener 45 centros fuera de Irak, de los que sólo sobreviven 14.

EMPEORAMIENTO

El de Madrid lo hace a duras penas. Su director, Abdulkarim Kokaz, se afana en transmitir que antes del embargo la escuela gozaba de un local mejor. Cuenta que tenía casi 300 alumnos y que sus 15 profesores se jactaban de ser de los mejor pagados de la ciudad. El no se queja de su salario, aunque se niega a desvelarlo. Es un funcionario iraquí destinado en España por tres años. Le queda uno para regresar a Irak. "Prefiero estar allí pase lo que pase", confiesa. Es el sentimiento mayoritario entre el profesorado.

El profesor Isa recuerda que Irak patrocinaba todas las actividades. Eran gratuitas las clases, el comedor, los autobuses, los libros y los uniformes. Ya no. Pero el nivel académico aún asegura el acceso a las más prestigiosas universidades del mundo árabe. Por eso 80 padres --sólo 20 son iraquíes-- siguen enviando a sus hijos a esta escuela. Tienen la certeza de que sus menores seguirán siendo cultos y súbditos del islam.