Doce meses: Hablamos con la Dra. María de la Mota Nicolás-Correa :: Prensa Ibérica

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Hablamos con la Dra. María de la Mota Nicolás-Correa

Dra. María de la Mota Nicolás-Correa

Directora Territorial de Urgencias de los hospitales privados de Quirónsalud en Madrid

¿Desde cuándo trabaja como médico de urgencias?

Desde hace 8 años. Tras una trayectoria profesional variada tomé la decisión, en 2013, de irme a Reino Unido a completar la especialidad de Urgencias.

¿Por qué eligió esta profesión y esta especialidad?

Realmente la decisión de ser médico no sé bien cuándo llegó. No es un tema de tradición familiar, ya que no hay médicos en mi familia. Se fue fraguando a medida que iban pasando los años y recuerdo que con 15 años ya lo tenía claro, lo que no sé es exactamente cuándo empecé a pensar en ello. A partir de esa edad mis estudios iban dirigidos a la carrera de Medicina y recuerdo que era mi meta. Al final la razón principal de ser médico es (o debería ser) querer serlo, entender, comprender y respetar el sufrimiento ajeno y manejar la empatía para lograr ser un buen médico. Debe ser una decisión libremente tomada con cautela y determinación.
Durante mi carrera profesional, que fue variada, fui aprendiendo mucho y finalmente tomé la decisión de hacer Medicina de Urgencias. Creo que no fui yo quien eligió hacer Medicina de Urgencias, la Medicina de Urgencias me eligió a mí. Cada día es un día nuevo y distinto, no hay un día igual a otro. Es una especialidad que requiere compromiso y responsabilidad y en la que te enfrentas a retos y satisfacciones. Aprendo algo nuevo siempre, aprendo mucho de mis compañeros y de los propios pacientes, y esto es algo que me gusta.

En estos días se cumple un año de los primeros casos de coronavirus, una infección que al principio muchos asimilaban a la gripe. ¿Cuándo se dio cuenta usted de que estábamos ante una amenaza más seria?

Desde mediados de febrero estuvimos viendo lo que había pasado en China y lo que estaba pasando en Italia. Empezamos entonces a ver en urgencias casos de sospecha (con síntomas no muy claros) y empezamos a hacer PCRs bajo la recomendación de Salud Pública, las cuales porcentualmente presentaban muy pocos positivos.
A finales de febrero los casos sospechosos fueron aumentando y el porcentaje de positividad de las PCRs empezó a dispararse.
La Sanidad Pública, que hasta entonces recibía nuestras muestras de PCR para procesarlas, empezó a saturarse y tardaba casi 3 días en darnos resultados pues no eran capaces de procesar tal cantidad de muestras.
A principios de marzo los casos de COVID-19 se habían multiplicado en todos los hospitales públicos y privados de la Comunidad de Madrid, las PCRs positivas empezaron a ser habituales, tuvimos que montar nuestro propio sistema de análisis de PCRs para no depender de otros.
El resto de patologías que normalmente se ven en un servicio de urgencias disminuyeron hasta el punto de que brillaron por su ausencia y nos preguntábamos ¿Dónde están los infartos? ¿Dónde están los ICTUS? ¿Las apendicitis?
Mirando atrás y analizando lo que había pasado en Italia un mes antes (y empezaba a pasar en el resto de Europa) nos dimos cuenta que nos estábamos encaminando hacia la misma situación y que únicamente íbamos un mes por detrás.
Esto fue lo que nos hizo ver la realidad y que lo que hasta entonces se estaba llamando “epidemia” se había convertido en una “pandemia”. Había que prepararse para algo que desconocíamos pero que intuíamos que iba a ser largo y fatal.
Hospitales llenos de casos sospechosos, cirugías que se cancelaban por falta de espacio, plantas para pacientes COVID que iban en aumento, listados de PCRs positivas en aumento…
Hubo una buena coordinación entre todos los hospitales que tiene el grupo en Madrid, tuvimos que instaurar circuitos COVID para mantener seguros a pacientes oncológicos, partos, cirugías de urgencia…
En urgencias, la zona que fuimos aislando para pacientes COVID fue en aumento hasta que llegó a abarcar casi todo el espacio disponible, dejando una zona pequeña para pacientes no-COVID que se revelaron como una rareza dentro de la urgencia y del hospital en general.
El momento que ya marcó la situación preocupante de esta pandemia fue cuando el equipo de hospitalizados COVID empezó a nutrirse de cirujanos vasculares, cirujanos cardíacos y torácicos… ya que se habían quedado sin actividad y se sumaron a este equipo para ayudar en el manejo de este número cada vez más creciente de pacientes.

¿Se podía imaginar lo que iba a venir después, vislumbrar la dimensión que esto iba a tomar?

En ningún momento. Es imposible imaginar las consecuencias de algo que, afortunadamente, nunca has vivido (y espero no tener que volver a vivir).
Cuando mirábamos a nuestros vecinos, que nos llevaban delantera, podíamos intuir lo que nos esperaba pero nunca imaginamos la magnitud del desastre nacional que nos esperaba. Nunca pudimos pensar las bajas que íbamos a contabilizar, la saturación que íbamos a tener que afrontar en los hospitales, el sufrimiento de nuestros pacientes y sus familias, el miedo que iban a padecer, la soledad que iban a sufrir y el desconcierto de todos por algo desconocido que nos estaba golpeando de lleno.

Puede parecer que un médico de Urgencias ha visto de todo pero, ¿cómo es trabajar ante una enfermedad tan desconocida?

Es una situación muy desconcertante, la falta de información sobre la enfermedad, su evolución y el tratamiento a seguir era algo difícil de asumir. Veíamos a pacientes enfermos, experimentábamos tratamientos con la esperanza de que funcionaran, aprendíamos día a día y, además, había que filtrar con cuidado el aluvión de información que aparecía en los medios generales y científicos. Leíamos y leíamos información procedente de otros sistemas de salud y de aquellos países que llevaban algo más de tiempo tratando la enfermedad (siempre con cautela) y asimilábamos las directrices de nuestro sistema de salud pública y del Ministerio de Sanidad. Tomábamos nota de nuestra propia experiencia según íbamos tratando pacientes en urgencias y hospitalizados e íbamos elaborando nuestras propias guías de tratamiento consensuadas por los equipos que habíamos formado para esta pandemia.

¿Cómo fueron esos primeros días en Urgencias? ¿Cuál era su principal temor o preocupación?

Días muy complicados marcados por la incertidumbre, la presión asistencial y el miedo a lo desconocido. A pesar de que esta incertidumbre y este miedo estaba presente en la cabeza de todo el personal asistencial y no asistencial, casi no se notaba, hacían todo lo posible por dar una imagen normal y tranquila para que los pacientes no lo pudieran percibir.
Mi principal temor era conseguir que mi equipo no se desanimara, no enfermara, fuera resiliente y no cayera en la frustración.
Nos preocupaban las bajas entre el personal y cómo poder cubrirlas, ya que esta situación estaba mermando la disponibilidad de unos recursos humanos que ya de por sí eran limitados.
Otro tema que día a día monitorizábamos era el stock de material de aislamiento (EPIs, gafas protectoras, mascarillas, guantes, material de desinfección…) y protección para que nuestro personal no se expusiera desprotegida a la enfermedad.
Un temor de todos era conseguir tratar el mayor número de pacientes posibles y proteger de infectarse a aquellos que sin sintomatología COVID acudían a la urgencia por otras patologías.
El temor de todo médico es tener que decidir qué pacientes puedes tratar y a cuáles solo puedes ofrecer medidas de confort. Nos hemos formado para mejorar la salud de todos los pacientes que vemos y evitar el sufrimiento a los que no puedes ofrecer alternativas terapéuticas. En estos momentos y a medida que la crisis hospitalaria fue avanzando la necesidad de decisión terapéutica fue haciéndose más evidente y acabó siendo una rutina en nuestro servicio con la evidente frustración del personal sanitario, sobre todo de aquellos más jóvenes.

El hospital tuvo que transformarse y adaptarse a las nuevas circunstancias, instaurar nuevos protocolos… ¿Cómo se dio respuesta a la crisis y cómo se organizaron en su servicio para atender a los pacientes Covid sin desatender el resto de Urgencias?

Tuvimos que establecer dos circuitos bien diferenciados, ¡construimos dos urgencias dentro de una!
Se diferenciaron para el triaje de pacientes, para el acceso al servicio de radiología, para el uso de cuartos de baño, para salas de observación y tratamiento, e incluso distintos ascensores para el ingreso de pacientes a las plantas.
Todo ello iba encaminado a proteger a los pacientes en urgencias y al personal asistencial y no asistencial (personal de limpieza, administración, mantenimiento…) que trabaja en nuestro servicio.
Los circuitos sufrían modificaciones casi a diario según la situación fue avanzando y empeorando y el número de urgencias sospechosas de COVID aumentó.
Con el tiempo, como he dicho antes, las patologías no-COVID dejaron de verse prácticamente y el área no-COVID se fue reduciendo al mínimo. La zona COVID era parecida a un búnker con múltiples áreas de desinfección, con limitación de acceso para impedir la propagación de la enfermedad, con cartelería informativa para pacientes y personal.

El triaje es uno de los puntos críticos en el servicio de Urgencias. ¿Puede explicarnos en qué consiste y qué implica en un momento en el que la presión asistencial desborda los hospitales y las unidades de Cuidados Intensivos (UCI) están llenas?

Generalmente el triaje en urgencias se hace al principio, tras la admisión del paciente, para clasificarlos por niveles de gravedad y destacar aquellos que precisan atención médica inmediata y aquellos en los que puede diferirse. Existen unas tablas según las constantes del paciente y la patología que presenta, que los clasifican en colores: verde, amarillo, naranja y rojo (en nuestro hospital utilizamos el sistema de triaje Manchester). El nivel de triaje está en relación con la gravedad del paciente y con que su patología sea tiempo-dependiente. Un paciente clasificado rojo precisa una atención inmediata ya que su vida está en peligro y un paciente clasificado verde puede esperar ya que su patología no compromete su vida.
Además de este sistema de triaje, durante la pandemia tuvimos que establecer también un triaje médico en el que se consideraban otros factores (edad, patologías previas, situación basal del paciente, posibilidades de éxito de tratamiento…) que condicionaba el tipo de tratamiento que íbamos a poder ofrecer al paciente dada la saturación del hospital y de las Unidades de Cuidados Intensivos.
El triaje inicial y el médico fueron fundamentales para poder ofrecer a cada paciente el mejor tratamiento posible y agilizar la estancia del paciente en el servicio de urgencias.

En concreto, ¿qué sacrificios ha tenido que hacer usted o qué ha sido lo más difícil a lo qué ha tenido que enfrentarse en el último año? ¿Algo positivo?

Sacrificios como tal no creo que haya hecho ninguno, fue difícil compaginar mi vida familiar con la laboral y me incliné por la laboral, ya que creo que en ese momento me necesitaba más. Mi familia me conoce bien y nunca me lo han reprochado, ya que ellos son conscientes de que tenía que ser así. Todo lo contrario, su apoyo constante me daba fuerza para seguir luchando y trabajando.
Ha sido muy difícil ver el sufrimiento y el miedo a lo desconocido de los pacientes y familiares, intentar paliar la soledad de los pacientes que permanecían ingresados en urgencias, la frustración de no poder ofrecer un tratamiento avanzado en algunos casos y tener que limitarnos a paliar el sufrimiento y tener que animar al personal en los días de bajón que todos hemos tenido.
Cosas positivas, ¡muchas! La primera de todas ha sido la entrega y la gran respuesta humana y profesional de todo el hospital y en todos los estamentos, desde el equipo directivo, los profesionales sanitarios, auxiliares, celadores, administrativos, técnicos, personal de seguridad, personal de limpieza, mantenimiento, cocina…
La capacidad de trabajo en equipo y la rapidez de adaptación a situaciones adversas. Hemos conseguido un gran equipo multidisciplinar en urgencias del cual me siento muy orgullosa y que va a permanecer en el tiempo.
La solidaridad de las personas que nos han rodeado y su apoyo constante.
La disponibilidad y el ofrecimiento de todo el personal del hospital en sus distintas capacidades.
Las crisis consiguen que descubras lo que realmente las personas son, en este caso: grandes personas y excelentes seres humanos.

¿Cuántas horas seguidas llegó a trabajar durante la peor fase de la pandemia?

Durante las primeras 6 semanas creo que trabajé unas 14 horas diarias sin distinción. Y solo trabajé 14 porque tenía que descansar algo y volver a trabajar. Siempre había algo que hacer, siempre quedaban pacientes por ver… pero también había mañana y había que empezar de nuevo.
Fueron un par de meses que viví como “el día de la marmota”. Días iguales, haciendo lo mismo; una rutina peligrosa, momentos de alegría y de tristeza, esperar a las 20:00 para recibir los aplausos en los balcones y vuelta a empezar.

¿Qué significaban para usted esos aplausos? Se les llamó héroes y recibieron el Princesa de Asturias de la Concordia…

No somos héroes, los héroes eran los pacientes y sus familiares. Ellos eran los que realmente sufrían, los que han pasado la peor parte de todo esto.
Nosotros hacíamos nuestro trabajo, el que hemos hecho siempre y es una pena que tuviera que llegar una situación como esta para que se reconociera la labor de un colectivo que siempre ha actuado de igual manera. Pero el virus planteó además un reto físico, mental y anímico.
Los aplausos eran, en cualquier caso, un bálsamo que se agradecía, un momento que se aprovechaba, cuando la situación asistencial lo permitía, para relajarse unos minutos, salir a la puerta del centro de trabajo, escuchar los aplausos de apoyo y aplaudirse a uno mismo.

Pero tras la primera ola, llegó una segunda, una tercera... ¿Cómo ha evolucionado el estado de ánimo del personal hasta llegar al momento actual?

Es difícil mantener un estado de ánimo positivo durante un año, el cansancio hace mella en todos.
Pero a pesar de esto el personal sanitario sigue esperanzado y sigue dedicado al 100%. Su compromiso y dedicación es excelente siempre, pero especialmente digna de mención en los momentos difíciles y en situaciones complicadas como las que estamos viviendo desde hace ahora un año.
Todos ellos han estudiado una carrera que implica una vocación especial de servicio y ayuda a los demás. Es en situaciones como estas cuando todo lo anterior cobra mayor sentido y deben sentirse orgullosos de lo que han conseguido y del sacrificio que les ha supuesto.
Debo reconocer que mucho personal sanitario ha tenido momentos en los que ha echado a llorar durante esta pandemia, ha enfermado, ha visto familiares y amigos enfermar e incluso morir, y ha necesitado apoyo psicológico para sobrellevarlo.
Todo esto se ha conseguido superar, o mitigar gracias al apoyo de los compañeros, el apoyo de los enfermos, la satisfacción de las vidas salvadas, el agradecimiento de familiares y el buen trabajo hecho.
Aún así, somos conscientes de que va a tener consecuencias a largo plazo y tendremos que enfrentarnos a estas cuando lleguen y de la mejor manera posible.

Y aplicado al paciente, ¿con el paso de los meses, qué cambios han notado en su perfil, evolución y forma de enfrentar el virus?

Sigue la incertidumbre sobre el virus. Y el cansancio también se ve en los pacientes, son menos tolerantes, se enfrentan de otra manera a la enfermedad, pero en el fondo el temor a infectarse sigue estando presente porque el tratamiento sigue sin estar estandarizado y la evolución de la enfermedad no es predecible.
Los jóvenes son los que se enfrentan ahora de una manera más temeraria, o dicho de otra manera, más “irresponsable”. Están cansados de las restricciones y limitaciones, es difícil ser joven en este momento y no poder disfrutar esta juventud. Pero hay que recordar que debemos mucho a los que ya no están entre nosotros, hemos tenido muchas bajas en este último año y les debemos respeto y admiración. No queremos perder más y es nuestra responsabilidad evitarlo.

Ahora parece que la curva epidemiológica se está doblegando y la tercera ola empieza a remitir pero, ¿y luego?

Todavía no ha terminado, hay que aguantar un poco más.
Hay que esperar a que la vacunación sea masiva y esto no se va a conseguir hasta dentro de unos meses, posiblemente antes del verano.
Hay que seguir cuidándose, protegiéndonos, protegiendo a los que nos rodean, respetando a los demás.
Queda poco pero queda y hay que hacerlo bien.
Hay que luchar por no caer en una cuarta ola y esto solo puede conseguirse con responsabilidad y vacunación.
De momento creo que la tendencia es hacia una meseta con ligeros repuntes pero con una bajada progresiva en el tiempo a medida que conseguimos extender la vacunación y limitamos los contagios.
Creo que este virus va a convivir en la sociedad mucho tiempo como lo hace el virus de la gripe y otros muchos, pero eso lo podemos tolerar.

¿Qué ha significado la llegada de las vacunas?

Es muy importante vacunarse por protección personal y por protección social, es una responsabilidad que tenemos hacia los demás.
Las vacunas están demostrando una altísima efectividad para no desarrollar la enfermedad o desarrollar una forma muy leve de la misma, pero no está todavía confirmado que no se pueda contagiar a los demás.
De momento se está vacunando a la población de riesgo pero en unos meses cuando llegue la vacunación masiva podremos ver un cambio en la infectividad del virus.
Los resultados de la vacunación no se van a ver a corto plazo, pero se verán.
El problema es que en paralelo a la vacunación debemos evitar las aglomeraciones y las reuniones sin protección ni distancia social. No debemos relajarnos, exponernos nosotros mismos ni exponer a los demás.
Comprendo que después de un año estamos cansados de los confinamientos y las restricciones pero hemos podido ver en 3 ocasiones que realmente es lo que funciona.
Si combinamos ambas cosas (vacunas y restricciones) acabaremos venciendo esta situación. La responsabilidad civil es fundamental.
Estamos cerca de acabar con este infierno que ya lleva un año entre nosotros.
Es fundamental seguir protegiendo a la población y seguir vacunando y vacunando.

Se ha repetido mucho que el virus se extendió porque no se tomaron a tiempo las debidas medidas preventivas, ¿es así? Ahora, ¿visto con perspectiva y sabiendo lo que sabemos, si se pudiese volver atrás, qué cree usted que se podría haber hecho de otra manera?

Por supuesto, tardamos mucho tiempo en reconocer lo que estaba pasando y en tomar medidas.
No teníamos más que mirar a nuestros vecinos y tomar medidas antes. Pero nunca pensamos que esto nos podía pasar y ese fue un fallo.
Es difícil tomar medidas drásticas en previsión de lo que pueda pasar, la sociedad no lo acepta fácilmente y nadie quería dar el primer paso.
Ahora las medidas se están tomando mucho antes porque conocemos lo que puede pasar, y aun así no es fácil.

¿Qué enseñanzas y lecciones saca de todo esto y cómo pueden beneficiar a los pacientes?

Hemos aprendido mucho de todo esto.
No solo hemos aprendido las reacciones de la sociedad, el comportamiento frente a las adversidades, el manejo de las frustraciones… Hemos podido ver lo mejor de las personas, la valentía de los pacientes, el compañerismo y el trabajo en equipo, el apoyo incondicional de los que nos rodean y lo mucho que podemos conseguir entre todos trabajando por y para las personas.
Somos más fuertes de lo que pensábamos y hemos logrado lo que nunca pensábamos que podríamos lograr. Ahora debemos mantenerlo.
Los pacientes se van a aprovechar de todo lo anterior, ya que nos ha enriquecido como personas y como profesionales. También se van a favorecer de todo lo que hemos aprendido en el manejo de esta enfermedad, de los tratamientos innovadores, de nuestra resiliencia, de las vacunas y de todos los avances científicos que gracias a esta pandemia se han alcanzado y se siguen investigando.
Y sobre todo hemos aprendido a ser más humanos y a dar más valor a las pequeñas cosas que nos rodean ya que en cualquier momento se pueden ver comprometidas y las podemos perder.