Así predijo “Regreso al Futuro” lo que pasaría en 2020 :: Prensa Ibérica para Naturgy
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Texto: Beatriz García

Los 80 han pasado a la historia como los años de la movida, aunque en 1985, mientras en Madrid bullía ese movimiento contracultural y creativo, en la periferia y las zonas industriales la sociedad vivía años convulsos de huelgas, protestas y conflictos laborales. En ese contexto, la tele, en esos lejanísimos tiempos en los que sólo había dos canales, ya vivía una de las épocas doradas de las series y El Equipo A, El coche fantástico y V eran todo lo mainstream que se podía ser en la época. Y en el cine, 1985 era el año de Rambo y Memorias de África hasta que tal día como hoy, un 2 de diciembre, se estrenó Regreso al futuro, una película de ciencia ficción que venía de causar furor en EE.UU. y se convirtió en la película más exitosa de ese año, lanzando a Michael J. Fox como el gran ídolo adolescente y haciéndonos fantasear con un futuro de coches voladores, ropa inteligente y gafas de realidad virtual.

Fotograma de la película Regreso al Futuro II (1985).

Porque el filme, más allá de las aventuras de instituto de su protagonista, Marty McFly, cautivó al público con las disparatadas ocurrencias de su insólito amigo Emmet Brown “Doc”, un genio prolífico que a lo largo del metraje nos sorprendía con ideas como la de utilizar la basura como combustible o la de aprovechar la fuerza de un rayo para darle al coche toda la potencia que necesitaba para un viaje a través del tiempo. Unas ideas que en 1985 eran totalmente descabelladas pero que, con el tiempo, resultaron ser visionarias. Hoy, algunas empresas energéticas de nuestro país, como Naturgy, han hecho posible que ese tipo de energías que vislumbraba la película Regreso al futuro sean hoy una realidad. ¡Bienvenidos al presente de la energía!

De inventos locos a predicciones certeras

  – “¡Eh, chico! Dactiléame 100 pavos para salvar el reloj de la torre”, decía uno de los personajes de Regreso al futuro II mientras ponía ante las narices de Marty FcFly un dispositivo inalámbrico muy parecido a una tablet. Era sólo uno de los numerosos “inventos” que ya en los años en los que Robert Zemeckis rodó las películas se atrevían a vaticinar lo que estaba por venir. Como las videollamadas, los sistemas de pago electrónico, prendas de vestir inteligentes, luces y electrodomésticos que se ponen en marcha con una simple orden de voz, y camareros-robot que anticipaban el debate que nos ocuparía décadas después sobre si la inteligencia artificial acabaría por usurpar los puestos de trabajo de las personas. Regreso al Futuro II (1985). En otras cosas no estuvieron tan atinados los creadores de la saga: no previeron, por ejemplo, que el fax quedaría obsoleto y no tendría demasiado futuro, tampoco se han inventado (de momento) las correas autónomas que saquen a pasear ellas solitas a los perros y, por suerte, nunca llegó a ponerse de moda la corbata de dos nudos que lucía el Michael J. Fox adulto.

Regreso al Futuro II (1985).

Sin embargo, lo que más llama la atención de ese futuro que imaginaba la película desde la lejanía de los años 80 probablemente sean los medios de transporte: los coches voladores y los monopatines que se desplazan a un palmo del suelo invadían el paisaje urbano y futurista de la gran pantalla.

  –“¿Carreteras? Adonde vamos, no necesitamos carreteras”, afirmaba muy ufano Emmet Brown en el arranque de la segunda entrega, mientras pisaba el acelerador y ponía el mítico coche rumbo a 2015. Hoy, cinco años después de aquel futuro de ficción, seguimos necesitándolas y, aunque los coches voladores existen, estamos muy, muy lejos de que se conviertan en un modo de desplazamiento habitual. Sin embargo, la sociedad está inmersa en una profunda transformación de la movilidad y de la energía, una revolución que está trayendo consigo algunos cambios visionarios que también se adelantaban en la película.

Basura convertida en combustible: no es ciencia ficción

Con su pelo alborotado de inventor chiflado, “Doc” le echaba al depósito de su DeLorean desperdicios de todo tipo que se acumulan en el cubo de cualquier hogar: pieles de plátano, cáscaras de huevo y hasta el contenido de una lata de cerveza a medio beber. Eso significa que allá por los años 80, los guionistas de la película ya vislumbraban un tiempo en el que las energías renovables sustituirían a otras fuentes como la energía nuclear y los combustibles fósiles.

Aunque lo de circular por aeropistas en coches voladores sigue siendo una ilusión, lo de convertir la basura en combustible es una realidad. Porque, aunque todavía es algo desconocido para la mayor parte de la población, los residuos domésticos que arrojamos diariamente a nuestros cubos de basura, sumados a los desechos orgánicos industriales, lodos de depuradora o deyecciones ganaderas pueden ser reutilizados para producir energía. Todos estos residuos se someten a un proceso de descomposición en un entorno libre de oxígeno –conocido como digestión anaerobia– en el que distintos tipos de bacterias los digieren emitiendo a cambio un gas que contiene metano y CO2 más o menos a partes iguales.

Este biogás, sin embargo, no puede ser utilizado directamente porque contiene muchas impurezas, por lo que es necesario someterlo a una segunda fase de refinamiento conocida como “upgrading”. En las plantas de “upgrading” que existen en diferentes lugares de España, lo que hacen es aprovechar ese gas con un 50% metano y eliminar el contenido de CO2 y otras impurezas hasta conseguir una proporción de metano de aproximadamente el 95%, consiguiendo así el producto final: el biometano. Este gas, debido a su alta composición en metano, es equivalente completamente al gas natural que conocemos todos y, por tanto, tiene sus mismos usos: puede emplearse para calentar el agua, para la calefacción, como fuente de energía industrial, para la movilidad en los vehículos a gas, etc.

Además de tener múltiples usos, el biometano que hace realidad aquel “milagro” de ciencia ficción de Regreso al futuro supone una alternativa con numerosos beneficios: es neutro en carbono, forma parte de la llamada economía circular porque reaprovecha los residuos y desarrolla la economía local.

España cuenta actualmente con más de 300 plantas de producción de biogás, que están en crecimiento en los últimos años gracias a la inversión de algunas empresas energéticas. Naturgy, por ejemplo, lleva años apostando por el impulso del gas renovable como el biometano como vector energético, desarrollando hasta la fecha 12 proyectos de innovación de esta fuente de energía. En 2019, la empresa, a través de una filial, inyectó por primera vez biometano en la red de distribución de gas. El gas fue generado a partir de los residuos de la depuradora de aguas residuales (EDAR) de Butarque, en Madrid.

Otro ejemplo se encuentra en Galicia, donde Naturgy, el centro tecnológico Energylab y en colaboración de la Empresa Pública de Depuración de Bens (A Coruña), pusieron en marcha una planta de producción de biometano a partir de lodos orgánicos de la depuradora de aguas residuales urbanas. Con el biometano producido se ha suministrado combustible a un autobús de línea regular de Galicia además de tres vehículos de explotación de la planta, permitiendo el recorrido de más de 135.000 km en conjunto. De forma global, a lo largo de 2019, esto supuso una reducción de emisiones de cerca de 6.000 TnCO2. Este autobús es la viva prueba de que la película Regreso al Futuro tenía razón.

Autobús de línea regular de Galicia impulsado por biometano.

La fuerza de los elementos (o la energía que viene del cielo)

“- ¡Uno coma veintiún gigavatios! Señor Edison, ¿cómo voy a generar esa energía? No se puede hacer. ¡No se puede!
- Doc, solo necesitamos un poco de plutonio.
- ¡Ja! Seguro que en 1985 se puede comprar plutonio en la farmacia de la esquina pero en 1955 es un poco difícil. Marty, lo siento, pero me temo que estás atrapado aquí.”

La saga de Regreso al Futuro, más allá de predecir el uso de la basura como combustible, es también pionera en la concepción del aprovechamiento de la energía del cielo. A falta de plutonio, la alternativa que discurre el cerebro científico de Doc para llevar a Marty de vuelta a su casa (y a su tiempo) es recurrir al rayo de una tormenta eléctrica, lo único capaz de generar la energía necesaria para activar el condensador de fluzo del DeLorean. La respuesta está en la electricidad.

La descarga de un rayo puede generar una potencia de un gigavatio-hora (mil millones de vatios-hora), una energía desmesurada además de inestable, impredecibe e imposible, hoy por hoy, de capturar y almacenar. Pero la película acierta al predecir que la naturaleza sería nuestro proveedor energético y que aprovecharíamos la fuerza de los elementos del cielo como el sol o el viento. En definitiva: abría la puerta al futuro de las energías renovables.

Un futuro que ya ha llegado, porque el contexto de emergencia climática convierte la transición hacia la descarbonización del sistema energético en una prioridad absoluta. El Parlamento Europeo aprobó el pasado mes de octubre un objetivo legalmente vinculante para que la Unión Europea reduzca de aquí al año 2030 sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 60% con respecto a los niveles de 1990. Para lograrlo, España está acelerando su mix de generación renovable a velocidad de crucero. El Plan Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030 prevé la instalación de en torno a 60GW renovables en la próxima década.

Gran parte de este crecimiento es debido a la inversión de las empresas privadas. Naturgy fue en 2019 uno de los principales inversores de energías renovables en nuestro país. Esta empresa incrementó el año pasado su capacidad renovable instalada en casi un 22%, hasta alcanzar casi 5.000 MW a nivel global, y su intención es seguir apostando por las renovables. Prueba de ello es su última inversión en Australia, donde la compañía duplicará su presencia con la construcción de dos nuevos parques eólicos, de 218 y 107 MW cada uno, en el estado de Victoria con los que alcanzará una potencia renovable de 600 MW en el país. Así mismo, aspira a convertirse en uno de los principales operadores renovables de Australia en los próximos tres años, alcanzando una capacidad de más de 1,3 GW.

Si, dándole tiempo al tiempo, la fantasía de coches voladores con la que nos hizo soñar Regreso al futuro llegara a hacerse realidad, surcaríamos unos cielos más azules y limpios, sobre una geografía en la que los parques solares y los aerogeneradores, imponentes molinos de viento de este siglo, serían un elemento imprescindible del paisaje. Porque el presente de la energía es el futuro del planeta.

Y tú… ¿Cómo imaginas la energía del futuro? ¡Descúbrelo en nuestro test!

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