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El lema yo me quedo en casa ha calado hondo entre la ciudadanía de la provincia, en unos pueblos donde todo el mundo trabaja por evitar su despoblamiento y en los que la calle es la que marca el pulso de la vida, donde se conocen las noticias, se celebran las noches o se oye la algarabía en los días de vacaciones. Esas calles son el reflejo de la situación de un país que anhela como pocos poder cerrar las puertas de las casas, por fuera, y volver a llenar de vida lo que hoy es silencio
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El lema yo me quedo en casa ha calado hondo entre la ciudadanía de la provincia, en unos pueblos donde todo el mundo trabaja por evitar su despoblamiento y en los que la calle es la que marca el pulso de la vida, donde se conocen las noticias, se celebran las noches o se oye la algarabía en los días de vacaciones. Esas calles son el reflejo de la situación de un país que anhela como pocos poder cerrar las puertas de las casas, por fuera, y volver a llenar de vida lo que hoy es silencio
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El lema yo me quedo en casa ha calado hondo entre la ciudadanía de la provincia, en unos pueblos donde todo el mundo trabaja por evitar su despoblamiento y en los que la calle es la que marca el pulso de la vida, donde se conocen las noticias, se celebran las noches o se oye la algarabía en los días de vacaciones. Esas calles son el reflejo de la situación de un país que anhela como pocos poder cerrar las puertas de las casas, por fuera, y volver a llenar de vida lo que hoy es silencio
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El lema yo me quedo en casa ha calado hondo entre la ciudadanía de la provincia, en unos pueblos donde todo el mundo trabaja por evitar su despoblamiento y en los que la calle es la que marca el pulso de la vida, donde se conocen las noticias, se celebran las noches o se oye la algarabía en los días de vacaciones. Esas calles son el reflejo de la situación de un país que anhela como pocos poder cerrar las puertas de las casas, por fuera, y volver a llenar de vida lo que hoy es silencio
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