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FRANCISCO GONZÁLEZ
Ver galería >Mientras los sonidos del silencio se han ido instaurando por toda la ciudad durante este periodo de largo confinamiento y se rompen cada tarde por el sonido unísono, esperanzador y aplastante de los aplausos, el Alcázar Viejo se ha vestido de color de una primavera incipiente que, a causa del encierro, apenas hemos podido descubrir. Se nos escapó el olor intenso a azahar que envolvió la ciudad y ahora, estas calles que se preparaban para recibir miles de visitas para recorrer sus patios, patrimonio inmaterial de la humanidad, se exhiben prácticamente desiertas, engalanadas de balcones multicolor y patios de recogimiento interior.
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Mientras los sonidos del silencio se han ido instaurando por toda la ciudad durante este periodo de largo confinamiento y se rompen cada tarde por el sonido unísono, esperanzador y aplastante de los aplausos, el Alcázar Viejo se ha vestido de color de una primavera incipiente que, a causa del encierro, apenas hemos podido descubrir. Se nos escapó el olor intenso a azahar que envolvió la ciudad y ahora, estas calles que se preparaban para recibir miles de visitas para recorrer sus patios, patrimonio inmaterial de la humanidad, se exhiben prácticamente desiertas, engalanadas de balcones multicolor y patios de recogimiento interior.
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Mientras los sonidos del silencio se han ido instaurando por toda la ciudad durante este periodo de largo confinamiento y se rompen cada tarde por el sonido unísono, esperanzador y aplastante de los aplausos, el Alcázar Viejo se ha vestido de color de una primavera incipiente que, a causa del encierro, apenas hemos podido descubrir. Se nos escapó el olor intenso a azahar que envolvió la ciudad y ahora, estas calles que se preparaban para recibir miles de visitas para recorrer sus patios, patrimonio inmaterial de la humanidad, se exhiben prácticamente desiertas, engalanadas de balcones multicolor y patios de recogimiento interior.
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