El impulso habitual cuando descargamos nuestra cesta de la compra es introducir gran parte de los alimentos en nuestro refrigerador.

Pero, en contra de lo que podamos pensar, esta solución no siempre es la más adecuada.

No todos los alimentos agradecen el refrigerador

Y es que existen alimentos a los que la combinación de frío y una baja humedad relativa no les sienta nada bien. Y da la casualidad de que ambas condiciones se presentan en nuestras neveras, ya que las placas que producen el frío absorben la humedad del recinto.

Esa humedad se condensa en los evaporadores y puede llegar a congelarse. Por eso en ocasiones aparece la escarcha sobre ellos.

La calabaza, ¡nunca en tu nevera!

Uno de esos alimentos es la calabaza, un fruto tan denostado en tiempos pretéritos como apreciado en la cocina actual.

A priori, puede parecer que el refrigerador es el sitio ideal para la calabaza, ya que tiende a endurecerse cuando madura. Pero lo que no todos saben es que la ausencia de humedad la reseca rápidamente, haciendo que también se endurezca. Por eso evitaremos conservarla en la nevera.

Cómo conservar calabazas en óptimas condiciones

Lo ideal es almacenarlas en lugares frescos y en los que no incida directamente la luz solar. Si disponemos de una bodega, ese es un emplazamiento ideal para conservar una calabaza sin que se alteren sus propiedades organolépticas.

¿Y si no dispongo de un lugar fresco y seco?

Entonces, tendrás que hacer uso del refrigerador. Pero debes utilizar un recipiente que sea totalmente hermético para que la baja humedad del frigorífico no afecte a la calabaza.

Si no dispones de un recipiente de ese tipo, puedes envolverla a conciencia con film transparente de cocina. Pero tendrás que tener especial cuidado en que no haya fisuras o partes de la calabaza descubiertas.

Y una solución alternativa es cocer al agua o cocinar la calabaza de manera inmediata. Tras ese proceso, puedes almacenarla en el frigo sin miedo a que se alteren sus propiedades.