Cuenta mamá Reyes que, nada más llegar a casa desde la clínica donde dio a luz a Carlos, su marido, ya campeón mundial de rallys, lo sacó del capazo y lo sentó al volante del Toyota Celica, que tiene en el jardín de su casa, metido en una inmensa caja de metacrilato. “Fue ahí cuando me di cuenta de que esto no tendría marcha atrás”, reconoce Reyes, sin esbozar sonrisa alguna y ni siquiera sentirse la mitad de orgullosa de lo que está su esposo.

Y es que su marido siempre ha contado que él jamás "y, cuando digo jamás, es ¡jamás!", influyó en su hijo para que se dedicase a los coches, a la competición, a las carreras. "Cierto, le permití escoger, pero sabiendo, y eso lo aprendió muy rápido, que, por encima de cualquier cosa, incluidas las carreras, los karts o los monoplazas, estaban los estudios y los idiomas".

Claro que Carlos Sainz padre tenía un mal colega al lado, un pésimo ayudante, un horrible amigo, un mecenas, el mismo que le ayudó a él a ser considerado el mejor piloto de rallys de la historia. Tenía al maravilloso Juanjo Lacalle, su manager y el hombre que, junto al no menos amigo Carmelo Ezpeleta, ayudaron a papá Sainz ha convertirse en el más grande.

Ya era veloz a los 5 años

Fue Lacalle, sí, quien sintió el cosquilleo de repetir con Júnior la experiencia vivida con papá. De casta le viene al galgo. Solo hay que ver las imágenes que Lacalle tiene en su móvil en las que aparece 'Carletes', con cinco años, conduciendo un pequeño jeep eléctrico en ese mismo jardín, haciendo trompos al llegar al final del caminito de baldosas.

La filosofía no ha cambiado. "Carlos sabe que este es un mundo muy duro, y no me refiero solo a lo competitivo que es, no, sino a que hay que tener los mil ojos abiertos, poner los 300 sentidos en todo lo que hace y, sobre todo, ser humilde, querer aprender siempre, no despegar los pies del suelo ni siquiera cuando, como hoy, empiezas un año ya en la cima, en la cúspide, formando parte de la escudería, el equipo, la fábrica, el sueño de todo piloto de F-1: correr para Ferrari”.

Esta misma semana, la prestigiosa revista italiana ‘Auto Sprint’ le ha dedicado la portada y páginas interiores a Carlos Sainz Vázquez de Castro (Madrid, 1 de septiembre de 1944), ‘Carletes’ para sus íntimos, 118 grandes premios disputados, dos podios (3º en Interlagos, Brasil, en el 2019 y segundo, en Monza, Italia, en el 2020) y una vuelta rápida en el circuito de Spielberg, durante el GP de Estiria-2020.

El titular de la primera página es “Furia Rossa” y en el texto se dice que “el nuevo Cavallino Rampante, que se ha alquilado ya un pequeño apartamento en Maranello, para estar más cerca de la escudería, representa el sueño de todos los ‘tifosi’ rojos, que esperan dejar atrás, cuanto antes, la peor temporada de su vida desde 1980”. Y cuenta que, el próximo 1 de marzo, en Montmeló (Barcelona), Sainz Júnior probará, durante solo un día y medio (no hay más test este año), el nuevo Ferrari SF21.

Trayectoria impecable

Cuentan los expertos, los gurús, los sabios, los enterados de la F-1 que un piloto de F-1 solo puede hacer dos cosas en esta vida: o ser campeón del mundo o ser piloto de Ferrari y, si logra las dos cosas, se convierte en un mito, en un icono de este deporte. Son muchos, incluido papá Sainz, quienes piensan, aunque no lo verbalicen, que ‘Carletes’, que llega a Maranello en uno de los momentos más delicados de la gloriosa y triunfal ‘Scuderia’, ya ha conseguido una de esas dos grandes premisas y que, a partir del primero de marzo, empezará a perseguir la gran conquista pues, ahora sí, está en el lugar ideal para lograrlo.

Cuentan los que más saben de esto que Sainz llega a Ferrari, no solo por su brillante trayectoria en su inicial fase en Toro Rosso donde llegó a superar al ogro Max Verstappen, sino por su extraordinario comportamiento en Renault y, sobre todo, por su espectacular actuación, en esta última temporada, en McLaren, a quien ha colocado, tras los poderosos equipos Mercedes y Red Bull, como la tercera escudería del Mundial en compañía del joven y veloz Lando Norris, a quien ha terminado superando en el Mundial de pilotos.

Pero ‘Carletes’ tiene otras muchas cualidades, virtudes, al margen de ser rápido en la pista y en ellas se han fijado los listos jefes de Maranello para colocarlo en el mismo equipo, escudería, fábrica, boxe, que el no menos sagaz y veloz Charles Leclerc, a quien Sainz Jr. también ha superado en el Mundial-2020. ‘Carletes’ es el único piloto rápido, ganador, con trazas y maneras de campeón que, además de ser veloz, es buena persona, educado, un señor. Es decir, es el único piloto capaz de trabajar en equipo con Leclerc y no crear conflictos, no provocar celos y formar equipo.

El señorio de Sainz Jr.

Ferrari, por historia, por prestigio, por competitividad, por presupuesto, por coche, podría haber elegido a cualquier otro piloto, incluso a Lewis Hamilton, que aún no ha renovado por Mercedes, pero escogió a Sainz. No quiso meterse en casa a pilotos tan veloces como Fernando Alonso, Daniel Ricciardo, Sergio Pérez, George Rusell o seguir con Sebastian Vettel, con una historia de conflictos, envidias y celos, que hubiesen dificultado el nuevo y difícil proyecto de la reconquista.

Sainz Júnior, no solo garantiza profesionalidad, manos, velocidad y trabajo intenso en la puesta a punto del monoplaza (ha tenido el mejor maestro del mundo), sino que ofrece buen rollo, complicidad, colaboración. Si algo tiene, y a toneladas, Carlos Sainz Jr. es que no es tóxico, jamás protesta, nunca busca excusa y, sobre todo, muy típico en los pilotos que fracasan en Ferrari, no busca a la prensa para justificarse él y crear mal ambiente en el ‘team’.

Sainz, además, tiene otra cosa estupenda, a la altura de lo que es: un auténtico señor. Sainz se lleva bien con todos los pilotos de su generación y/o similares, es decir, con los jóvenes de la parrilla. Sainz, de 26 años, hace buenas migas con Leclerc (23), Rusell (22), Norris (21), Esteban Ocon (24) y Lance Stroll (22). Es más, hay quien dice (con razón), que la ‘new generation’ está más unida que nunca en busca de provocar, cuanto antes, la jubilación de los grandes monstruos que pueblan aún la parrilla como Kimi Raikkonen (41), Fernando Alonso (39), Hamilton (35), Vettel (33), Ricciardo (31) o Pérez (30).

La opinión de papá y De la Rosa

Sainz parte de la genética de papá, un auténtico prodigio con el volante en las manos. Mejor aún, un piloto tan sensible, tan capaz, que ha ganado con coches que jamás hubiesen sido campeones en el mundo de los rallys si no hubiesen estado en sus manos o mejorados por él. Ese ADN también lo ha heredado ‘Carletes’, las manos, la sensibilidad, la minuciosidad, el trabajo, la insistencia, el sacrificio, el no cansarse nunca de probar y probar, la dedicación, la profesionalidad, al final, para perseverar en mejorar cada día el coche para él y para su compañero, pues si algo tiene Júnior es que no le importa compartir datos, conocimiento y experiencia con su compañero de boxe.

“Carlos llega a Ferrari en el momento ideal, no del equipo, tal vez, pero sí suyo personal. Carlos ha madurado mucho, se ha curtido en la dureza de equipos inferiores, ha adquirido gran experiencia para poder trabajar duro en beneficio de la ‘Scuderia’, ha superado los momentos más difíciles en el desarrollo de un piloto joven y, sobre todo, es sólido en clasificación, muy bueno en las salidas, en carrera va siempre a más y conoce suficientemente los secretos de la F-1 como para poder colaborar con los ingenieros de Ferrari en la mejora del monoplaza”, confiesa orgulloso su padre.

“Ferrari es el Barça, Ferrari es el Real Madrid, te lo da todo, pero te exige que ganes. Si no ganas, te destrozan”, explica Pedro Martínez de la Rosa, que de esto sabe un rato. “Carlos llega a Ferrari en su mejor momento, ya muy maduro, sabiendo lo que quiere y cómo conseguirlo. No importa que Ferrari no esté en su mejor época; lo vital es que cuando tú llegues a Ferrari sea tu mejor momento y Sainz está más que preparado para ese reto. Todos sabemos que Ferrari volverá y ‘Carletes’ se aprovechará de ese coche ganador, cuando lo tenga”.