Después de lo contado en los últimos capítulos, es fácil que el lector tenga la impresión de que adentrarse en el macizo de la Horconera sea una aventura inalcanzable, ya sea por lo exigente de su abrupta orografía como por los trámites que puede conllevar conseguir el necesario permiso de la Administración ambiental para poder acceder a sus picos y puertos. Pero hay una alternativa que, sin tener que pedir autorizaciones ni complicarse la vida con trepadas más o menos peligrosas, permite apreciar la belleza de sus relieves. Esta opción consiste en rodear por el norte las vertientes septentrionales de la Horconera, de áspero y quebrado aspecto, recorriendo el sendero de gran recorrido GR-7. Este itinerario también ha sido señalizado por la Junta, con la denominación de sendero de sierra de Horconera y se asienta en esencia sobre una vía pecuaria, conocida como camino viejo de Priego a Rute.

Un tramo del mismo, por su trazado y características, está considerado como camino romano y medieval. Este trecho, de unos 600 metros y cinco metros de anchura, conserva el empedrado y está flanqueado a izquierda y derecha por dos muros de contención de tierras. En la Base de Datos del patrimonio Inmueble de Andalucía se le identifica como camino de las Lomillas, y la parte mejor conservada arranca del yacimiento del mismo nombre, que parece responder a un pequeño asentamiento que en origen pudo ser una villa romana, donde han aparecido restos de materiales de construcción y cerámica de la época.

El sendero GR-7 parte de Priego por el Camino Alto, cerca de la plaza de Toros, atraviesa el camino de Navasequilla, para continuar por el mencionado camino de las Lomillas, hasta conectar con la carretera CO-7208, después de atravesar el arroyo de Jaula. A la altura del caserío de Fuente Barea, abandona la carretera para seguir, ya sin pisar asfalto, hasta la población de Rute, constituyendo el tramo más interesante del recorrido.

Siguiendo el arroyo de los Villares se llega a la fuente Barea, en un paraje muy pintoresco frente a unas huertas que hay unos 200 metros al sur de un diseminado de viviendas que toma su nombre de la presencia de esta fuente. Aquí han aparecido abundantes fragmentos de cerámica común, terra sigillata, dolia, tegulae e imbrices, así como algunos fragmentos vidriados, sin identificar, que denotan que pudo ser un asentamiento durante el Alto Imperio Romano. En la Base de Datos del Patrimonio Inmueble de Andalucía se describe también un horno romano que conserva la cámara de combustión, de planta central con un sólo hogar.

AGUA DE BUENA CALIDAD // Hasta hace unos 20 años las mujeres de la aldea iban a pie hasta la fuente Barea a hacer la colada y sus habitantes recogían en cántaras el agua para beber, que tiene fama de ser de muy buena calidad. La adecuación de la Fuente de la Alberquilla (unos 800 metros al este) y la construcción de un depósito en la cabecera del valle han permitido el suministro de agua potable a todas las casas de la zona, por lo que la fuente Barea va cayendo poco a poco en el olvido.

Tras vadear el arroyo de los Villares, el camino de carne prosigue rodeado por un dosel vegetal de encinas y quejigos, formando un cordón de vegetación natural que atraviesa los olivares que se extienden a los pies de la vertiente septentrional del pico Bermejo.

Se trata de un excelente ejemplo de la función que cumplen las vías pecuarias como auténticos corredores verdes, sirviendo de refugio y facilitando el desplazamiento de la fauna silvestre. Las vistas del majestuoso espolón montañoso de La Horconera son espectaculares. En las paredes llenas de oquedades de los desafiantes tajos del pico Bermejo se aferran hiedras y sabinas, y encuentran refugio los buitres leonados.