Hay una parte del recinto ferial de El Arenal que se convierte cada año en un pequeño parque de atracciones en el que hay opciones de diversión para todos los públicos y para todos los niveles de valentía, osadía y estados cardiacos. Se le llama la calle del Infierno y en ella se dan cita los cacharritos , aunque algunos de itos tienen poco, porque se trata de verdaderos artefactos que hacen subir al cielo, para luego bajar a la tierra a muy distintas velocidades, boca arriba o boca abajo, según toque. Uno de los más espectaculares es el Gigant , que lleva el apellido de XXL (para que se hagan una idea), y le ha quitado el puesto a la noria en lo que a vistas se refiere, aunque este año compite en panorámicas con el denominado Mystery Hotel , que asciende a 24 metros para descender "con una agradable sensación" hasta el hall. Siguiendo con los aparatos no aptos para personas con problemas de vértigo, este año ha vuelto a El Arenal el Top Gun y el Inverter , que, a pesar de desafiar a la ley de la gravedad, continúan teniendo una gran aceptación, a juzgar por las colas que se concentran para subir a ellos.

Lo mismo pasa con las rejas de Alcatraz o el arca vikinga de toda la vida. También se puede pasar miedo en El Arenal con La Mansión del terror , pero, si lo que se pretende es reírse, la cita está con Torrente 5 , una atracción donde se recibe al público con las estatuas de Belén Esteban y Santiago Segura y consiste en ascender cinco pisos a pie entre trampas, obstáculos y laberintos de espejos.

Con las temperaturas que suele regalarnos el final del mayo cordobés, las atracciones de agua son algunas de las que más clientes acaparan. Así La Catarata , La selva encantada o Los rápidos vienen muy bien para refrescarse después del baile en la caseta. Por supuesto, siguen vivos el Gusano loco , La cazuela o El ratón vacilón , estos conocidos por varias generaciones. Toda esta variedad de atracciones tiene su réplica en pequeño en la calle paralela, dedicada a los niños, que también disfrutan de su propia noria, de diminutos coches de choque, de un pequeño gusano loco y hasta de mini cataratas, sin olvidar los clásicos ponis y tiovivos, que siguen haciendo las delicias de los niños del siglo XXI. Los precios oscilan entre 3 y 5 euros y hoy cuestan la mitad, como cada miércoles de Feria.