Atrás quedaron los días de recepciones de feria marcadas por la abundancia. Zapatero ha impuesto el recorte, y el tijeretazo presupuestario empezó a notarse ayer en la primera cita institucional de El Arenal, en la mismísima recepción del Ayuntamiento. La reunión empezó puntual y con presencia institucional más que abundante. La corporación municipal en pleno, empezando por IU y acabando por PP, sin olvidar al PSOE, se completaba con la presencia del subdelegado del Gobierno, Jesús María Ruiz, al que pillamos charlando animadamente con el secretario provincial de CCOO, Rafael Rodríguez (no pude leer los labios de ninguno para averiguar de qué hablaban, pero me lo imagino). Había que paliar la escasez de bebida y condumio con caras de fiesta y sonrisas Profidén. En los corrillos, un tema acaparaba las conversaciones y los móviles de políticos y jefes de prensa: la noticia de la no fusión de Unicaja y Cajasur se expandía como la pólvora. También se habló de los casi 40 años que tiene Rosa Candelario, del polvo del camino que barrió José Joaquín Cuadra en La Sexta y del clavel de Marcelino Ferrero, que no sabemos si se estrena cada día o lleva años disecado. En una noche aguada por los acontecimientos, la lluvia prefirió darse el piro, menos mal. Solo los alérgicos la echaron de menos. La recepción empezó a las diez y casi a las once, superado ya el momento del discurso del alcalde, Andrés Ocaña (no me pregunten qué dijo), la gente seguía llegando como si de una recepción exenta de crisis se tratara. Vi llegar al rector y otros miembros de la UCO, a numerosos delegados/as de la Junta, a Joaquín Criado, a El Queco, a una mujer y a su marido vestidos de flamencos... De los habituales, solo eché en falta (no quiere decir que no faltaran más) a Carreto y a Rosa Aguilar, a la que veo por Córdoba ahora que vive en Sevilla casi más que antes. A lo que iba. Los rezagados de la noche se encontraron con que a las once en punto la barra estaba chapada , los canapeses digeridos y los trocitos de pastel cordobés desaparecidos en combate. Menos mal que no llovía, insisto. La sed y el hambre se apoderaron entonces de los presentes y se produjo la estampida. La cosa está fatal, que diría un amigo mío. O no, es tiempo de feria y hay que divertirse y pasarlo bien, como me dijo antes de irse el concejal popular Rafael Jaén. Pues nada, a reír. Y si el año que viene la cosa va a peor, no pasa nada. Nos vamos todos al botellódromo y en paz.