Nos reencontramos en Montoro con una de las citas más importantes del calendario oleícola internacional. Desde la última celebración de esta clásica Feria del Olivo, estamos teniendo que superar muchos acontecimientos extraordinarios, incluido el paréntesis forzoso del 2020 debido a la pandemia. Sin embargo, parece que ese espíritu de superación ha venido para quedarse y está más presente que nunca en esta cita que, desde Montoro, mira al futuro con decisión y valor.

En este sentido, el lema elegido para esta XXI edición de la Feria –“Hacia la digitalización de la olivicultura”- es toda una declaración de intenciones, puesto que sitúa el foco en el porvenir del sector del aceite de oliva. Un porvenir en el que van a tener el máximo protagonismo todos los avances en materia de innovación, tecnología y agricultura 4.0 aplicada a todas las fases de producción de nuestro aceite de oliva virgen. Estas van a ser las herramientas imprescindibles que nos van a llevar a incrementar la eficiencia técnica, económica y ambiental en cada proceso.

España es líder mundial en el mercado con una producción media que representa el 43% total del planeta y el 65% de la Unión Europea. En el marco de esas grandes magnitudes, destaca Andalucía que no sólo produce el 80 % de todo el aceite de oliva nacional, sino que mantiene una íntima vinculación paisajística, cultural y antropológica con este cultivo milenario. Por todo ello, el ejercicio de nuestro liderazgo mundial nos compromete a ocupar la vanguardia del progreso del sector.

En ese contexto, desde el Gobierno de España, hemos asumido con entusiasmo nuestra parte de responsabilidad en la defensa, cuidado y promoción de la calidad de nuestras producciones como uno pilares básicos para el desarrollo del sector olivarero. La aprobación, en agosto de 2021, de la nueva norma de calidad del aceite de oliva constituye una prueba más de la apuesta firme por la calidad, la trazabilidad y la revalorización de los aceites de oliva. Son requisitos para incrementar el prestigio y el refuerzo de nuestra imagen internacional, en un contexto en el que es previsible el incremento de la demanda mundial de aceite de oliva debido a sus numerosos efectos beneficiosos sobre la salud humana.

Por otra parte, el nuevo Plan Estratégico de la Política Agraria Común (PAC) sitúa la innovación y digitalización como un objetivo transversal y constituye, por tanto, una oportunidad para avanzar en la transformación del sector agroalimentario, en general, y del oleícola en particular hacia modelos de producción más modernos, competitivos y eficientes. Asimismo, en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, el Componente 3 que corresponde gestionar al Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, incluye entre sus objetivos el fomento de la eficiencia energética en el sector agroalimentario. Hemos elaborado una línea específica para el aprovechamiento de energías renovables que incorporan medidas de gestión de restos de poda con claro potencial de desarrollo en el cultivo del olivar.

El PERTE Agroalimentario, con una inversión de más de mil millones para tres ejes de actuación en torno al crecimiento de la industria agroalimentaria, a la implantación digital en la cadena de valor y al impulso de la innovación, va actuar también como palanca tractora de esta transición hacia las nuevas formas de producción y hacia una economía circular que no genere residuos y, por consiguiente, que sea capaz de preservar los recursos naturales.

Precisamente, el sector olivarero constituye un claro ejemplo de sostenibilidad y economía circular, gracias al aprovechamiento y valorización de los subproductos generados en el proceso productivo, que, a su vez, suponen una fuente de ingresos y diversificación de la economía de las zonas rurales. Las nuevas aplicaciones generadas en las biorrefinerías, abren la vía a nuevos productos sostenibles y con un elevado valor añadido (biogás, biochar, biofertilizantes, fenoles naturales para cosmética, hidroxitorisol con propiedades anticancerígenas, nuevos envases a partir de hueso de aceituna, etc.) que también redundan en un menor uso de productos derivados de combustibles fósiles.

A este respecto, también hemos aprovechado las nuevas oportunidades de actuación que recoge la normativa comunitaria para establecer una intervención sectorial destinada de forma específica al olivar tradicional. La elevada atomización y la escasa dimensión económica de un gran número de explotaciones de este tipo son dos grandes debilidades de este segmento olivarero. Más del 50 % de la superficie de olivar tiene menos de 140 árboles por hectárea y más del 32 % tiene una pendiente igual o superior al 15 %, y, sin embargo, el olivar tradicional conlleva valores adicionales desde el punto de vista medioambiental y paisajístico que beneficia a toda la ciudadanía y al territorio.

Tenemos retos, pero también tenemos un volumen de financiación e instrumentos con capacidad para afrontarlos. La XXI Feria del Olivo de Montoro constituye una ocasión inmejorable para renovar los encuentros y sinergias entre todos los actores del sector olivarero y para socializar la cultura de la innovación. Una cita imprescindible dentro de la senda del liderazgo basado en la calidad, en la innovación y en la sostenibilidad, porque el futuro del olivar es tan brillante como los siglos de conocimiento y experiencia que le preceden.