Diario Córdoba

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Crónica de ambiente

Nos vemos en los bares

La Feria de Córdoba y el Mayo Festivo llega a su fin con un lleno en El Arenal que ha obligado a más de una caseta a reponer existencias a mediodía para seguir sirviendo a las visitas

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La Feria de Córdoba se despide Antonio Jesús González

Se acabó el turrón. El turrón, la cerveza, el rebujito y hasta la Casera. Y ya se sabe que si no hay Casera, nos vamos. Desde hoy, toca irse del Arenal para volver a la barra de los bares, benditos bares. Cuánto se os ha echado de menos. El Mayo Festivo del acabóse, el de después de la pandemia, el del covid sin mascarilla y el sálvese quién pueda, termina la noche de este sábado con un lleno llenísimo en El Arenal. Una enorme fiesta intergeneracional que reunió bajo el mismo sol y la misma luna menguante a una multitud de humanos de todas las edades y procedencias. La Feria de Córdoba acabará como empezó, con mucha calor y mucha gente. ¿Acaso cabía esperar otra cosa? Encontrar mesa libre a mediodía en muchas casetas fue imposible si no se había reservado antes. Igual que en algunos bares de los alrededores e incluso en muchos puntos del centro, donde este año se ha puesto de moda comer primero, sin tanta bulla, para coger el autobús después, con menos colas, en dirección a El Arenal. 

Lo cierto es que a mediodía lo que apetecía no era precisamente irse a comer al recinto ferial. Lo que pedía el cuerpo era plantar el pandero en un flotador sobre una piscina de agua helada y echar ahí la tarde-noche. (Ahora que todo ha acabado, se puede decir sin temor a perjudicar a ningún casetero). Pese a ello, miles de valientes, cordobeses y foráneos, se atrevieron a plantar cara a la minucia del tiempo y luchar contra el polvo del camino para adentrarse en el recinto en uno de esos viajes en los que se sabe cuándo empiezan, pero no cómo acaban. Salvo excepciones. Como la de los turistas que se mueven con guía contratado de los que dejan a dos docenas de mayores en la portada de la feria a las 3.30 PM con un plano y tres instrucciones claras: «A la izquierda, la Calle del Infierno con los cacharritos; a su derecha, las casetas, abiertas todas a todo el mundo» y para terminar, «os espero de vuelta aquí a las siete». A Dios pongo por testigo que lo vi. De tres y media a siete. Qué buena hora para visitar El Arenal. Hay unas sevillanas que dicen algo así como que «En la feria hay que morir, sí, sí, hay que morir», pero no hay que tomárselo al pie de la letra. Son cosas que se dicen en el fulgor de la fiesta y ya. Menos mal que los mayores, vengan de donde vengan, son muy listos y nada más cruzar el oasis con palmeras de la entrada, enfocaron su atención: «Busca una caseta con aire y ahí nos metemos», cundió la voz. Ellos sí que saben.

Tampoco los jóvenes son tontos. Los hay que van a la Feria con los padres para comer en familia, vestirse de gitana o montar a caballo con los amigos, hay incluso quienes se colocan el traje de flamenca para salir con los amigos, por más que las casetas de destino sean de esas en las que muy rara vez suenan unas sevillanas, pero muchos otros esperan, cual vampiros, a que se ponga el sol para colocarse sus mejores trapitos y lucir palmito en la feria. Eso es lo habitual, pero este sábado fue un tanto peculiar porque había partido de por medio y muchos adolescentes y jóvenes acudieron antes de lo normal al recinto ferial para ver juntos la final de La Champions en una caseta, ya que hubo más de una que televisó el encuentro. Es lo que tiene la Feria de Córdoba, que sirve para un roto y para un descosido. Lo mismo acoge un festival de Eurovisión (acuérdense de la edición de Rosa López) que anima (o desanima, según cada cual) al equipo de turno. Esperemos que el resultado no genere demasiada polémica porque ya se sabe que la feria no es el mejor lugar para debatir estos temas sin estridencias. 

Salvo por las denuncias de agresión sexual, la Feria de Córdoba de este año ha destacado hasta esta noche (habrá que cruzar los dedos para que no se haya dado la vuelta en las últimas horas) por ser una feria tranquila, sin grandes altercados, reyertas ni incautación de armas. «Ha habido muy buen ambiente, la gente se ha comportado con mucho respeto, no hemos visto ni una pelea», comentaba ayer a mediodía uno de los trabajadores de El Picoteo, que ayer televisaba el Liverpool-Real Madrid, tuvo que salir con dos compañeros a toda prisa para reponer bebidas porque las existencias se estaban agotando después de una semana de locura. «Ha sido sorprendente, en la feria no ha habido crisis, pese a la subida de precios», dijo convencido, «se ha visto mucha gente muy bien vestida y con mucha pasta, ese ha sido un perfil mayoritario». 

Quizás por eso los carteristas se han puesto también las botas en la feria de Córdoba, como antes lo hicieran en Sevilla o en Jerez. Aprovechando la masificación de algunas casetas, los profesionales del hurto se han hecho con numerosos móviles último modelo que costará recuperar. O no. La Policía Local recuperó el viernes siete al detener a una sola persona que llevaba el bolso lleno de teléfonos que presuntamente no eran suyos.  

La tarde-noche del sábado se fue ambientando en casetas como La Puñetera, que ha ofrecido conciertos en directo toda la semana, y que, con el escenario libre, remató la faena poniendo las pilas a sus fieles antes de la despedida. No fue la única. Una larga lista de casetas, que en días anteriores habían estado a medio gas, se adentraron en la noche repletas de público de Córdoba y de otros muchos lugares que acudieron a la Feria para poner la guinda al Mayo Festivo por todo lo alto.

En la Calle del Infierno, costó un poco más arrancar motores. Sentarse en la olla loca o meterse en Alcatraz cuando el sol está en la cima no es un plato de buen gusto, así que la gente aprovechó antes para tomarse un vino añejo, un helado tirabuzón de colores o probar suerte con los dardos en los globos (a 4 euros los tres tiros) en busca de un peluche. Lo de subirse a las atracciones se animó más tarde gracias a la necesidad de muchos asistentes a la feria de celebrar la victoria-derrota del equipo rival, de derrochar adrenalina gritando a pulmón lleno y para, desde lo alto de la noria o bocabajo, sobre el Gigant XXL, divisar la ciudad efímera desde lo alto y gritar al aire «hasta el año que viene». Los que sobrevivieron al Mayo Festivo de Córdoba se han ganado una medalla. Y una paga extra que compense el dispendio. A partir del domingo, toca relajarse, preparar la operación biquini y seguir juntándose, pero hasta el año que viene, señoras y señores, nos vemos en los bares.

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