España no solo ha ganado el primero de sus siete partidos en el Mundial de Qatar. O Costa Rica es la peor selección del campeonato, o los españoles son los mejores del torneo. Victoria es un término insuficiente para describir el espectáculo, aplastamiento también. Los discípulos del streamer Luis Enrique trenzaron una filigrana infinita sin desgastarse.

Cuesta destacar a las individualidades, por exceso de las mismas. Pedri entrega cada pase con la vista puesta en la historia del fútbol, y solo en la primera parte anotó una docena de desplazamientos que se enseñarán en las academias. Dani Olmo fue el encargado de descorchar la victoria, incluso Ferran Torres daba la impresión de no haber sido alineado en la posición de yerno del seleccionador. Estaba claro que lanzaría el penalti, pero el segundo gol no solo demostró que el nepotismo está infravalorado, sino que la convivencia con Lewandowski en el Barça es pegadiza.

Dos personalidades destacan sobremanera entre la refulgencia general. Los enemigos de Jordi Alba le concedemos una tregua. Necesitaba reivindicarse ante el Barça con tanta ansiedad como Marco Asensio ante Ancelotti. Por eso, cuando el barcelonista desenvainó uno de los pases desde la izquierda del área que antes reservaba para alimentar a Messi, el madridista no remató con la pericia matemática del genio argentino, pero la colaboración insólita de Keylor Navas entró el gol de todas formas. Y en el minuto siete de la segunda parte, el mallorquín volvió a jugar al billar dentro del área.

No hemos resuelto el acertijo de cómo puede ganar España sin que gane Luis Enrique. El técnico no confía en los jóvenes, según se ha dicho, recluta a los desconocidos. No convoca a nadie que pueda hacerle sombra. Sin embargo, cuesta negarle el mérito de la convicción ordenada que desplegaron sus tropas. Hubo pillería, habilidad y recursos, pero sobre todo sabiduría.

España marcó tres goles en media hora y dejó a Costa Rica (iba a escribir "a Qatar", son tal para cual) sin resuello. El encuentro solo servía como entrenamiento, y los españoles ya podrían buscar al rival de octavos de no haber mediado la estrepitosa derrota de la vanidosa Alemania ante Japón. Otra remontada a un gigante, como en Arabia Saudí ante Argentina.

Se podría obtener una selección más poderosa con los jugadores ausentes de Qatar que con los presentes, pero España no tiene la culpa. Para no precipitarse en el patriotismo a ciegas, tal vez Luis Enrique se vea en mayores problemas ante una selección que empiece a retroceder antes del pitido inicial. Esta incógnita se solventará en el dramático España-Alemania del domingo, donde los españoles pueden permitirse una derrota si se comprometen a eliminar después a Japón. En cambio, los germanos necesitan una victoria porque los costarricenses son una selección para todos los públicos.

Costa Rica es digna de ser boicoteada por maltratar los derechos futbolísticos de los aficionados a la altura de Qatar, y cabe recordar aquí piadosamente que el mejor entrenador del fútbol qatarí responde por Xavi Hernández. Sin embargo, no conviene desacreditar al único grupo del mundial que contiene a dos de los ocho campeones mundiales que jamás han existido, con cinco títulos entre ambos.

Los elogios que se amontonan sobre los españoles omiten la desoladora impresión causada por el rival. Por eso, una vez concluido el partido a la llegada del descanso, era el momento oportuno para atemperar la euforia. Todos los equipos del Grupo E vencerán a Costa Rica, que perdería el partido aunque jugara contra sí misma. Por tanto, la exhibición de España deberá verificarse en otro de los partidos obligatorios, si no quiere embarrancar en esa gallardía estéril que caracteriza al país susodicho desde los tiempos en que Luis Enrique jugaba en lugar de entrenar. Siempre con el mismo carácter, manifiestamente mejorable.