Ha sido un grandísimo hermano para nosotros. Los paseos vespertinos con Baldomero de todos los domingos eran para mí (y estoy seguro que para él) algo especial, una cita ineludible de sangre y permanencia. De regreso a casa nunca dejé de repasar las amenas conversaciones mantenidas y, sobre todo, sus comentarios y opiniones, de los que no perdía detalle. Tampoco de los silencios, más elocuentes a veces que las palabras.

Hablábamos siempre en positivo, como de las enseñanzas recibidas de nuestros padres o de tanta gente buena. Cuando se lo permitía el debido respeto, lo hacía con el sentido del humor que lo caracterizó (doy fe) hasta sus últimos alientos. Pero, ante todo, fue un hombre con sabiduría y personalidad, que tuvo en la lectura su gran afición.

Me viene inmediatamente a la memoria hallarlo metido en un mundo aparte (serio, sonriendo o, sencillamente, riendo a carcajadas) cuando tenía un libro en sus manos. A la literatura inglesa le reservó un lugar privilegiado. Me recomendó, siendo yo un joven, Los papeles póstumos del Club Pickwick, de Dickens, una narración ingeniosa, elegante, amable y llena de humor con la que conocí mejor a mi hermano.

Alguien me ha dicho que me parecía a él. ¡Ojalá! Creo, entre otras cosas, que no podré mantener el tipo como Baldomero lo ha hecho. En estas últimas semanas (y meses … y años), desahuciado como a pocos he visto, conservó igualmente, no sé cómo, la sonrisa, la bonita confesión que daban sus penetrantes ojos verdes y el intento de conectar con los demás y trasladar ese cariño o afecto expresado a su manera que el interlocutor entendía perfectamente.

Somos testigos María Dolores (su linda mujer), Lucía, Valle, Chica (sus lindas hijas) y todos los que, como sus hermanos (Pilar, Juan, José-María, Rosario, Francisco, Fernando, Manuel, Begoña y quien escribe), lo hemos querido por otras muchas razones. Baldomero, Baldo (como, en el fondo, le gustaba que lo llamara), un hombre de bien, una bella persona que tanto aplicó el sentido común, se ha ido de viaje. Me lo imagino ahora disfrutando como lo hizo de la vida.