Para hablar de la importancia y de la fecundidad de la oración quiero empezar con él punto 382 de Camino. En él, San Josemaría relata el porqué de la dedicatoria que puso en un libro que regaló a Ricardo Fernández Vallespín: • “Al regalarte aquella Historia de Jesús, puse como dedicatoria: "Que busques a Cristo: Que encuentres a Cristo: Que ames a Cristo". — Son tres etapas clarísimas. ¿Has intentado, por lo menos, vivir la primera”. Ahora es Ricardo Fernández Vallespín quien nos relata su primera visita a Josemaría Escrivá. Era el año 1933: • «El Padre me habló de las cosas del alma, no de los problemas políticos; me aconsejó, me animó a ser mejor; pienso que también recibió mi confesión en el sacramento de la Penitencia. Recuerdo perfectamente, con una memoria visual, que antes de despedirme, el Padre se levantó, fue a una librería, cogió un libro que estaba usado por él y en la primera página puso, a modo de dedicatoria, estas tres frases: + Madrid - 29-V-33. Que busques a Cristo. Que encuentres a Cristo. Que ames a Cristo. El libro era: “La Historia de la Pasión” del Padre Luis de la Palma». Al final esta visita fue para Ricardo el comienzo de la gran historia que le llevó a él, joven arquitecto entonces, a la entrega total a Jesucristo. Esta propuesta, de oración y de vida, que hizo San Josemaría al joven arquitecto en 1933 y que hizo posteriormente a tantos miles de personas, nos lo hace hoy a cada uno de nosotros. El Santo nos invita a recorrer esas «tres clarísimas etapas». En 1967, en una homilía titulada: «Hacia la santidad», San Josemaría se expresaba de nuevo sobre el mismo tema hablando, en este caso, de cuatro escalones: • «En este esfuerzo por identificarse con Cristo, he distinguido como cuatro escalones: buscarle, encontrarle, tratarle, amarle. Quizá comprendéis que estáis como en la primera etapa. Buscadlo con hambre, buscadlo en vosotros mismos con todas vuestras fuerzas. Si obráis con este empeño, me atrevo a garantizar que ya lo habéis encontrado, y que habéis comenzado a tratarlo y a amarlo, y a tener vuestra conversación en los cielos». San Josemaría para seguir este camino aconsejaba también tratar a Jesucristo “metiéndose” en las escenas del Evangelio como un personaje más. Así se puede vivir con el Hijo de Dios las escenas que los evangelistas nos cuentan. Y así se puede vivir intensamente nuestra oración, dado que lo más importante en ella es conocer a Jesucristo, amarlo y seguir su ejemplo. Y todo pisando fuerte, con decisión, sabiendo que nuestra relación con Dios a través de Jesucristo, de su santísima Madre y de los Santos es lo más importante de nuestra vida. Vida que en todo momento ha de estar plenamente orientada a las realidades divinas.