De una vez para siempre, apelemos a la cordura más elemental del ser humano. Desde el pensamiento más profundo del hombre corriente, ubicado en esa parte de la humildad (algo infravalorada por cierto), rogamos a los responsables políticos, el cese de hostilidades inservibles e inertes con las que nos contaminan a diario. Corran un tupido velo, y olvídense de la corrupción y el ansia de poder; que van en sentido opuesto al compromiso que ustedes deben a la libertad del pueblo. Sí. A esa libertad por la que tantos años luchó el Premio Nobel de la Paz, Nelson Mandela. Por esa Libertad sí que merece la pena luchar y morir.