Basta con descubrir aquel encuentro con el que te identificas, para buscarlo con la frecuencia que tus obligaciones te permiten. No tiene porqué ser un encuentro meramente tangible. Puede ser una sensación. Un sentimiento. Una mirada. Una corazonada. La lectura de un libro. Una simple lectura ocasional. Un concierto de música. Una canción. Mirar al mar o al cielo… Cuánta riqueza intelectual tenemos pendiente de explotar, sí a la vez que hacemos las maletas para recorrer buena parte del mundo, descubriéramos nuestra capacidad intrínseca para disfrutar de la vida y de nosotros mismos. Algunas personas, que han estado viajando durante toda su vida, todavía no han llegado a identificarse con aquel lugar que buscaban. Por desgracia.