Implacablemente me persigues, sin respetar la distancia. Apareces y desapareces cuando crees oportuno. Eres más bien agorera y desagradable cuando te muestras. Naciste el mismo día que yo, pero me cuesta apegarme a ti. Cuando vengas a abrazarme, no necesito de tu amor. Nunca te quise. Nuestra relación no dejó de ser una dualidad casual del universo. Si acaso, en el último trayecto, podemos dialogar seriamente; y es posible que te declare esa interesada declaración de amor que siempre te negué, querida muerte.