La zancadilla de la periodista y reportera húngara a los refugiados sirios e iraquíes, y en especial a aquel hombre con el niño en brazos, fue a todas luces una zancadilla irresponsables, malintencionada, peligrosa y sin sentido. El sentido, entiendo yo es el sentido de la ya por desgracia tan extendida maldad humana. La zancadilla húngara ha dado la vuelta al mundo. ¿Pero y las miles, y miles, de zancadillas ocultas? La zancadilla rencorosa e indecente del soberbio y del arrogante. La zancadilla del que vende miles de armas, que matan a miles y miles de personas y que se esconde después bajo la careta de una dignidad funesta y engañosa. La de los financieros que zancadillean: a pobres, a ignorantes, a descuidados, a ancianos, a trabajadores, a … La zancadilla habitual del político de turno que engaña con destreza e impunidad. Las zancadillas continúas de tantos, y tantos, que construyen con iniquidad este mundo podrido. Las zancadillas de las instituciones internacionales que callan y callan y se quedan pasivos mientras otros muchos: sufren, desfallecen y mueren. Las zancadillas de los traidores y vengativos que usan el terrorismo para crear: el caos, las desgracias y el desconcierto existencial. La zancadilla: a ese niño, y a ese otro joven, y a esos otros por parte del que teniendo que hacerlo: no educa, no enseña, no da formación adecuada. La zancadilla perniciosa: del tramposo, del mentiroso, del déspota, del infiel. La zancadilla del que crea: desilusión, desaliento, amargura, tristeza y desconcierto en los suyos y a su alrededor. La zancadilla del imbécil que por ser tal se deja llevar y claudica cuando ha de hacer el bien. La zancadilla social del que realiza su trabajo chapuceramente y con trapicheos y falta de honestidad. La zancadilla a la vida que realiza la mujer que aborta fríamente convirtiendo su vientre en un crematorio. Zancadillas la de aquellos poderes de muchos países que extorsionan, sin escrúpulos y sin piedad, a millones de personas. Zancadillas, la de este, la de aquel y la de aquel otro que roban y roban hambrientos de codicia y de usura. Zancadillas, la de los millones de personas, pobres en valores, que por negligencia privamos: de comida, de salud y de cultura a otros muchos millones de personas.