No menos impactante que las figuras de El sembrador y El segador era el grupo de tres espléndidas Cabezas de caballo que adornaron, en principio, el descampado que, al borde de la carretera nueva, estaba ubicado frente al viejo campo de fútbol y que, posteriormente, quedaron integradas en la gasolinera que, precisamente en ese mismo lugar, fue instalada. Juan Polo concibió y materializó brillantemente tres visiones del noble equino: la primera, en actitud natural, reposada y tranquila; la segunda, a modo de raudo corcel que, tensada su musculatura y ondeantes sus crines, surca el aire desplegando toda su potencia vital; y un tercer ejemplar fue concebido a modo de caballo clásico, como si de una efigie romana se tratara, con aires estéticos de pieza de ajedrez. Las tres esculturas, en mayor o menor medida, fueron víctimas de impactos que, en un caso, provocaron su destrucción, mientras las otras dos se han conservado, aunque con daños ostensibles. Estas dos obras supervivientes, recientemente y con acierto, han sido reubicadas en una de las rotondas de la travesía. El siguiente objetivo, en esta tarea de salvar y dignificar los testimonios que quedan del viejo Museo al Aire Libre, pudiera ser asegurar su integridad mediante la misma operación ya antes practicada con El sembrador : su restauración y obtención de una copia en bronce, lo que supondría asegurar la supervivencia de la obra de Polo.