Durante varios días descansé en el césped de El Arcángel. Uno de ellos pude comprobar que el estadio tenía un nuevo inquilino. Un loro, en tonos blancos y verdes precisamente, se había hecho fuerte en el fondo norte. Pero se ve que algo inconveniente tuvo que decir. A un empleado del club se le ocurrió perseguirlo con malas intenciones. Esperemos que solo se haya quedado mudo.