Un grupo de tojeños, con Antonio Pimentel a la cabeza, sabedores de la riqueza arqueológica que Fuente Tójar encerraba, sensibilizaron a los vecinos para que donaran --en vez de despreciar, romper o malvender-- aquello considerado antiguo que aparecía durante las faenas agrícolas. Desde finales de los años 40 vienen exponiéndose cuantos materiales iban apareciendo en la zona.