Ha llegado ese momento en el que en el Congreso importa mucho el lenguaje no verbal, el de los gestos. Importan ahora los silencios. Importan también las ausencias. Está el ambiente tan enrarecido, tóxico por momentos, que los rostros pueden convertirse en emblemas.

Dos gestos. Dos emblemas. Gesto 1. Primer emblema. La cara seria, ruda, pero sin apenas muecas, de la ministra de Ciencia, Diana Morant, sentada junto a Irene Montero cuando ha acusado al PP de “promover la cultura de la violación” debido a dos campañas contra la violencia contra las mujeres de la Xunta de Galicia y de la Comunidad de Madrid. A la dirigente valenciana no le han alterado el semblante ni la manifestación de la titular de Igualdad ni el enfado de la bancada popular, a su espalda.

Morant tenía la mirada fija en la pantalla amplia que está en una de las esquinas superiores del hemiciclo, arriba, y de ahí no la ha quitado. Daba igual que el realizador audiovisual estuviera “pinchando” un plano medio de Montero, su cara en segundo término, ese rostro desabrido pero algo enfurruñado. Ella miraba sin distraerse, quién sabe pensando qué.

Gesto 2. Segundo emblema. Éste, imperceptible pero significativo. Cuando la ministra de Igualdad ha terminado la respuesta a la pregunta de la diputada del PP Belén Hoyo, que es la que ha motivado la acusación de la dirigente de Unidas Podemos y el posterior episodio de encono, se han visto y escuchado pocos aplausos procedentes de la bancada de Unidas Podemos y ninguno de la bancada socialista, salvo los del secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, Rafael Simancas, quien sabe si por la inercia del ‘aplausómetro’, que es una de esas cosas algo infantiles que caracterizan el tono de las sesiones parlamentarias y su ambiente.

Y en ese lapso de tiempo, tensión a raudales, se ha podido ver un gesto imperceptible, aunque revelador. Lo ha hecho la ministra de Justicia, Pilar Llop, porque, tras mirar a su propia bancada, ha agachado la cabeza y se ha llevado las manos a la frente, tapándose los ojos. Ha eludido respaldar a su colega de Igualdad cuando la prensa, en los pasillos, le ha preguntado por el incidente minutos después.

Sin apoyo del PSOE

Así como hace una semana el grupo socialista salió en defensa de Montero tras recibir un exabrupto de la diputada de Vox Carla Toscano (“su único mérito consiste en haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias”, dijo), este miércoles pasado no ha ocurrido nada parecido. Es cierto que la ministra, en réplica a semejante improperio, apeló entonces a “más feminismo y a más derechos” para vencer a la derecha en las urnas y en la intensa guerra cultural que se ha desatado, y la afirmación gustó mucho a los grupos progresistas en general y al socialista en particular.

Pero acusar al PP de “promover la cultura de la violación” no ha gustado nada. El portavoz del grupo, Patxi López, ha sido ilustrativo. “No me han parecido las mejores palabras después de todo lo que hemos vivido en este Congreso. Y precisamente ella, que ha sufrido esa agresividad verbal, no debería jugar con esto”, ha asegurado en declaraciones a los medios, en una breve comparecencia que ha convocado sin antelación para… Responder a Isabel Díaz Ayuso y pedir que no siga un minuto más en la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Cosas de la comunicación política actual.

En su perfil de Twitter, la responsable de Igualdad del PSOE, Andrea Fernández, no ha ocultado su parecer por lo ocurrido. “El Congreso es, o debería ser, la casa de la palabra. Lo primero que sobra es el hostigamiento, pero también las expresiones gruesas, las algaradas y el espectáculo. España merece mucho más que eso. Suerte que tenemos el raciocinio de Meritxell Batet”. No hay menciones a la ministra de Igualdad, pero a buen entendedor y teniendo en cuenta que el tuit ha sido publicado poco después del hecho…

La ministra de Igualdad ha podido completar la respuesta en los apenas 30 segundos que le quedaban de turno. En vez de reconsiderar el tono, se ha reafirmado en el “populismo punitivo” del Partido Popular, frente al cual estarán su Ministerio y el Gobierno. La presidenta del Congreso ha tenido que dar la palabra a la portavoz del PP, Cuca Gamarra, quien ha tildado la expresión de “altamente ofensiva” para una formación comprometida, ha remarcado, con la erradicación de la violencia de género.

Montero ha vuelto a intervenir para censurar las campañas de los gobiernos populares de Galicia y de Madrid, cuyos eslóganes son, respectivamente, “no debería pasar pero pasa” y “vigila tu copa”. Son campañas, ha proclamado, que no ponen el acento en el agresor, sino en la víctima, en la mujer, lo que desbarata la lucha contra las violencias machistas.

Y ni antes ni entonces el PSOE ha aplaudido o ha hecho manifestación alguna de respaldo. Ni aplausos. Tan sólo silencio. Estaba Diana Morant, a su lado, impertérrita; y estaban en ese momento en la bancada azul Félix Bolaños, Luis Planas, Pilar Alegría, Fernando Grande-Marlaska y Llop. Tampoco los diputados y diputadas presentes de Unidas Podemos han actuado con entusiasmo. Únicamente Enrique Santiago ha incurrido en aplausos, más bien tímidos, y sobre todo, cortos. Más tarde, en los pasillos, ha criticado al PP por las campañas pero ha eludido lanzar una declaración de respaldo a Montero.

Y así, por la ausencia de gestos y por silencios, el Gobierno ha mostrado que ahora mismo tiene un problema con Irene Montero. Al menos la parte socialista. Y al menos una parte del grupo confederal. No es tanto la figura de la ministra como el tamaño de la polémica por la ley del sólo sí es sí, que es ostensible que incomodan al Gobierno y al presidente. El PP ha ensayado la táctica y le ha salido bien.

Marlaska y la soledad

Gamarra ha deplorado que el presidente no hiciera defensa alguna de las víctimas durante la respuesta a su pregunta de la sesión de control. El presidente ha repetido un argumento mil veces esgrimido, que mientras él gobierna para una mayoría social, los populares representan los intereses de una minoría adinerada. Da la sensación de que está ya desfasado. El número dos del grupo popular, Carlos Rojas, ha hecho lo mismo con Nadia Calviño; tampoco la vicepresidenta primera ha entrado.

El PP lo intentó con Grande-Marlaska, al que luego asedió en la comparecencia sobre la tragedia de Melilla y la gestión hecha. Nada. Una barrera. Con Pilar Llop, agua. La polémica de la ley del ‘sólo sí es sí’ es un engorro político para el Ejecutivo. La idea es evitar declaraciones que enardezcan la controversia aún más, lo que es de manual de comunicación en coyunturas desfavorables, pero no deja de ser una treta para ganar tiempo.

Cuando Montero salió en defensa de la ley al enumerar todas sus ventajas, en la bancada azul estaban, como se ha indicado, Bolaños, Planas, Alegría, Marlaska y Llop. Pero cuando empezó la alocución del ministro de Interior por las muertes y los hechos de la frontera melillense, sucedidos el 24 de junio, no quedaba nadie. Marlaska ha estado completamente solo.

Estas imágenes no tienen por qué garantizar decisiones futuras, la de su cese o la de su dimisión. Patxi López, preguntado por la ausencia de todo el Gobierno, ha destacado que sí estaba el grupo socialista casi al completo. Así fue. Ahora bien, ver a un ministro en situación crítica por la gestión de la tragedia en Melilla rodeado de escaños vacíos no transmite buenas sensaciones. El diputado de UPN Carlos García Adanero bien que lo ha comentado en la tribuna. En privado, diputados y diputadas de los grupos que sostienen al Gobierno han reconocido que imagen de unidad y fortaleza, la de la bancada azul completamente desnuda, ni es imagen de unidad ni depara fortaleza.

Aparte del PP, de Vox y de Cs, que se sabía que iban a ser duros con el ministro, ERC, PNV y EH Bildu han dejado muy claro que no creen ni a Marlaska ni en Marlaska. En política, en el Congreso, si la oposición huele a sangre (puntualizar que es una metáfora, que no está el ambiente para sobreentendidos), se envalentona. Y la oposición, la de izquierda y la derecha, incluso la del PNV, se ha envalentonado. Una frase de María Carvalho, de ERC, como síntesis: “Un ministro así no puede seguir ni un día más”. Fue un mal día para el Gobierno.