“No paramos ni para dormir”. Alba Aparicio, la portavoz de la empresa Hielos Estrella del Aljarafe de Coria del Río (Sevilla), resume con esa frase el estrés al que las fábricas de hielo están sometidas este verano para intentar llegar a todos los clientes a tiempo, ya que están teniendo muchos problemas para atender los pedidos.

Las causas pueden ser muchas, pero se basan, entre otras cosas, en el poco almacenamiento de cubitos que realizó el sector en la pasada primavera, el aumento de todos los costes de producción o un verano adelantado, que hizo que en mayo “la gente saliese a la calle con muchas ganas, después de lo que hemos pasado”.

El sector calcula que en España se producen unos dos millones de kilos de cubitos de hielo al día, y con lo almacenado se podría llegar a cubrir la demanda de cuatro millones diarios, pero esa demanda se ha disparado hasta el doble, y este colectivo ya no sabe qué hacer para atender los pedidos.

Una situación que esta empresaria del sector asegura que no se ha vivido en los 22 años de vida de su empresa, desde que su abuelo la creó en una pequeña nave inicial, hasta tener las actuales instalaciones, que pueden producir en un día cualquiera de agosto unas 90 toneladas de cubitos.

En la fábrica no se para, en turnos de 24 horas “de lunes a lunes”, entre otras cosas porque “la ola de calor no se va, la demanda de hielo ha llegado muy pronto, y la gente tiene muchas ganas de ocio”.

Todo ello ha chocado con “la subida de la electricidad y el plástico para las bolsas, porque todas las materias primas están por las nubes”, de modo que, aunque en Coria la empresa sigue funcionando, “no todas las fábricas han podido abaratar esos costes para salir adelante”.

Para Alba Aparicio “está claro que algo ha fallado”, aunque defiende que el almacenaje no es solución. "Si tienes almacenado lo vendes, pero para llenarlo tienes que tener una producción bastante alta”, y eso ha sido muy difícil preverlo ante un verano en el que no se sabía "cómo estaría la pandemia, cómo llegarían los meses de calor”, y todo se ha aliado para que si un camión se llena y no hay hielo en las cámaras se tarde al menos siete horas en tener de nuevo las gotas de agua transformadas en cubitos.

De hecho, la fábrica mantiene habitualmente un solo turno de ocho horas desde mediados de septiembre hasta junio siguiente, pero este año comenzaron las 24 horas de producción a finales de abril y lo más probable es que llegue el mes de octubre con la empresa trabajando sin descanso para llegar a todos los clientes.

Con todos estos problemas encima, la portavoz de la empresa asegura que las vicisitudes las están solventando con previsión, de modo que “cada día se hacen los cálculos del día siguiente, y hasta este momento no se ha dicho a ningún cliente que no hay hielo disponible para atenderle, aunque hay fábricas de las que tenemos constancia que sí han tenido que hacerlo”.

Todo, en un “estrés continuo”, pendientes sin descanso “de que la fábrica no pare un minuto, que no haya un corte de luz, o que no baje el frío para que no se pierda nada mientras se recupera la temperatura”, con su abuelo, “el cerebro de la empresa” encargado del mantenimiento para que cualquier problema, “aunque sea a las cinco de la madrugada, como el otro día”, se solvente en cuestión de minutos.

Este viernes saldrán de la fábrica 90.000 kilos de cubitos de hielo, mediante un proceso que recoge el agua de la red pública, para entrar en un túnel en el que poco a poco se va congelando, y siete horas después de que el agua caiga en el túnel las bolsas están listas para irse de viaje, con todos los problemas que rodea a un sector del que dependen, entre otros, la hostelería de una forma muy directa.