La ministra de Hacienda y Función Pública, María Jesús Montero, uno de los pilares más importantes del Gobierno de coalición, ejercerá también como vicesecretaria general del PSOE, un ascenso dentro del partido en el que habrá jugado un papel importante su pericia negociadora y su capacidad de trabajo.

Es una de las integrantes del Gobierno de perfil político más marcado y lo saca a relucir siempre que puede sin ahorrar críticas a la oposición, lo que le llevó a "disfrutar" especialmente su etapa como portavoz del Ejecutivo, como ella misma ha reconocido en alguna ocasión.

Su papel fue clave en el marco de la crisis sanitaria generada por la covid 19, durante la que ejerció de cara visible de un Gobierno obligado a ir tomando medidas sobre la marcha para paliar una situación que provocó miles de muertos y hundió la economía.

Ahora dice asumir esta nueva etapa "con responsabilidad, orgullo y agradecimiento" al secretario general, Pedro Sánchez, por nombrarla, y a su antecesora en el cargo, Adriana Lastra, por la "magnífica labor" desarrollada.

Quienes se han sentado con ella a negociar coinciden en destacar su trabajo minucioso y la capacidad de diálogo. Mérito suyo fue el sacar adelante la parte económica del acuerdo de Gobierno con Unidas Podemos y el haber consensuado dentro y fuera de la coalición dos Presupuestos Generales del Estado.

Memorable fue el episodio en el que las cámaras grabaron parte de su discusión con el entonces líder de Podemos, Pablo Iglesias, a quién le pedía que no fuera "cabezón" en una sala aledaña al hemiciclo del Congreso de los Diputados, en un contexto de tensión entre ambos partidos por cuestiones como la subida del salario mínimo.

En el corto plazo tiene el reto de elaborar las cuentas para un 2023 incierto, en el que no se descarta algún episodio de recesión, y de poner en marcha sendos impuestos a las empresas energéticas y a la banca para ayudar a pagar el impacto de la guerra en Ucrania.

"De cada cual según sus capacidades y a cada cual según sus necesidades" es el principio socialista que no se cansa de repetir para ilustrar la equidad fiscal necesaria para financiar un Estado del bienestar que defiende a ultranza.

Médica de profesión, la ministra se incorporó a la Junta de Andalucía en 2004 de la mano de Manuel Chaves, donde fue consejera de Sanidad y Hacienda con fama de buena negociadora, capaz de sacar adelante varios presupuestos en la región y defender la financiación autonómica ante el entonces ministro Cristóbal Montoro.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la requirió en junio de 2018 precisamente para sustituir a Montoro, un puesto al que llegó con buena parte de su equipo en la Junta y con el reto de defender los presupuestos de su predecesor, cuya tramitación coincidió con la moción de censura que desalojó al PP del poder.

La verdadera carta de presentación de Montero en Madrid llegó con la defensa del decaído proyecto presupuestario de 2019, un agrio debate de dos días en el que la enérgica ministra intento rebatir uno a uno los argumentos de la oposición a sabiendas de que las cuentas y hasta la Legislatura estaban condenadas.

Pese al fracaso, la combinación de discurso duro con la capacidad negociadora y facilidad de trato de Montero -reconocida incluso por sus adversarios- le permitieron salir reforzada del debate y le llevaron a ganar peso en las siguientes campañas electorales del PSOE.

Fuentes socialistas recuerdan que Montero ya entró a formar parte de la Ejecutiva socialista en el pasado Congreso federal de Valencia.

Su nombre ha sonado en varias ocasiones como cabeza de cartel del PSOE para las andaluzas, lo que nunca ha llegado a concretarse.