La figura de Mónica Oltra va mucho más allá de lo que sus cargos explican de ella. Ya desde su entrada en las Corts como diputada en 2007 su papel ha ido más allá del que servía de presentación. En aquella primera legislatura fue una de las personas clave para acabar con el liderazgo de Gloria Marcos en Esquerra Unida y terminar fundando Compromís, partido del que aparece como "coportavoz" y del que ha sido su principal exponente electoral, mediático y casi espiritual.

Oltra deja la primera línea política, al menos temporalmente, y sea por casualidad o por concatenación de hechos lo hace en un momento de cambio de ciclo político, ese del que ella aparece como un símbolo. Desde el 15M, el crecimiento electoral de Compromís ha ido vinculado a su imagen. Su voz durante los años de la crisis es la de la indignación y su perfil ha ido ligado a su labor de oposición por los casos de corrupción del PP, con las camisetas reivindicativas como gran bandera. Una bandera que se volvió contra ella y con la que la derecha le ha respondido en las Corts con camisetas con su cara.

Convertirse en el látigo de los Camps, Cotino y compañía catapultó su capital político aunque esa exigencia, con líneas rojas en la imputación, ha acabado jugando en su contra y ha derivado en su dimisión como vicepresidenta del Consell, responsable de Igualdad y Políticas Inclusivas y portavoz. A ese puesto, mucho más que una número dos de un gobierno, llegó en 2015 tras no poder alcanzar la Presidencia. Los 19 escaños de aquellas elecciones y los 13 de Podem le habrían valido para haber sido ungida, pero los morados no acompañaron la jugada.

Mónica Oltra dimite de todos sus cargos

Mónica Oltra dimite de todos sus cargos Agencia ATLAS / Foto: Germán Caballero

Aún así, su entrada en el Consell le convirtió en uno de los símbolos del cambio de época en la Comunitat Valenciana y la situó como mucho más que una vicepresidenta de una autonomía. Aparecía también como una de las referentes de la izquierda rupturista en España, ese que ahora quiere reagrupar Yolanda Díaz y en la que Oltra estaba llamada a tener un papel primordial dada a su cercanía con la vicepresidenta del Gobierno. Porque Oltra es más que la líder de un partido de ámbito valenciano por mucho que Compromís esté circunscrito a la Comunitat Valenciana.

Sin embargo, el ascenso meteórico al que apuntaba en 2015 se frenó. La gestión de una conselleria de 2.000 millones con muchas carencias tras los años de recortes del PP y ser la voz cada semana del Consell comenzaron a desgastar su imagen, algo que se constató en las elecciones de 2019. El adelanto electoral decidido por Puig, con rechazo escenificado de Compromís, supone un punto de inflexión en el funcionamiento del Botànic y en la relación entre el 'president' y Oltra.

Ya nada sería igual, aunque en la foto fija del después lo pareciera. Oltra repitió como candidata y continuó con los mismos cargos en el Consell que antes del paso por las urnas. Sin embargo, entre medias, Compromís perdió dos escaños, bajó hasta la cuarta posición superado por Ciudadanos y quedó lejos de un 'sorpasso' a los socialistas, algo a lo que no se llegaría ni siquiera sumando los diputados de Unides Podem como en 2015.

La negociación de ese segundo Pacto del Botànic se realiza en el mismo piso que el sellado por primera vez cuatro años antes, pero el ambiente es totalmente diferente. Hay algo que se ha roto entre Puig y Oltra, los principales referentes del acuerdo, y que no se recompone. Los choques desde ese momento entre las dos partes del ejecutivo se vuelven más habituales y con más intensidad. La grieta se hace grande.

Al batacazo que supone a nivel personal la parte política, en la que se constata que Oltra no será presidenta de la Generalitat, se añade el delicado momento desde el punto de vista emocional. En diciembre de 2019 llega la primera sentencia de cinco años de prisión contra su exmaridodel que se ha separado dos años antes tras conocer la denuncia de la menor tutelada. El asunto no salta a la primera línea mediática ni política hasta meses después cuando se convierte en un arma arrojadiza para la derecha.

Eso ocurre después de la pandemia en la que Oltra ha salido del foco. La situación de emergencia sanitaria sitúa en el centro a Ximo Puig y a Ana Barceló sin que la vicepresidenta se encuentre en el núcleo duro de la toma de decisiones. Con la pandemia dando sus últimos coletazos, el caso que hasta el momento era una cuestión vinculada a la vida privada de la vicepresidenta se convierte en un asunto de orden político. La nueva dirección del PPCV así como Ciudadanos y Vox hacen de ello una estrategia para acorralar al Consell y en concreto a su número dos.

Los pasos judiciales acaban estrechando el cerco sobre Oltra. Las palabras con las que dimite evidencian la distancia con Puig, esa gran brecha generada en 2019, con críticas veladas y admitiendo que ni siquiera le ha avisado de que va a dejar todos sus cargos en el ejecutivo autonómico. Su marcha supone un paso al lado con el objetivo de, si la justicia archiva todo, volver con más impulso. El problema es que si en 2019 ya nada era igual, en 2023 las heridas no han hecho más que aumentar.